martes, 16 de septiembre de 2014

El hombre en busca de sentido, de Viktor Frankl

Una teoría psicológica, un libro de autoayuda, otro testimonio sobre el horror del Holocausto... El hombre en busca de sentido, de Viktor Frankl, se puede leer de muchas formas. Yo lo tenía enterrado entre los muchos libros que obligan a leer en el instituto -éste, en clase de Filosofía- y por distintos motivos decidí rescatarlo este verano. Muchas páginas cayeron en vagones y estaciones de tren alemanas. Algunas de las más estremecedoras lo fueron más por el contraste brutal con la paz de las vacaciones; con el paisaje, precioso, al otro lado del cristal.

Frankl, psiquiatra, vivió los campos desde dentro, como víctima, y lo utilizó después para escribir un ensayo sobre el hombre y su capacidad para seguir viviendo mucho más allá de sus circunstancias. Es otro punto de vista, enriquecedor y distinto, del terror nazi. En este caso, Frankl nos habla de ello para enfrentarnos, desde su trágica experiencia, a nuestras propias vidas.

Viktor Frankl escribió El hombre en busca de sentido poco después de ser liberado tras pasar tres años en campos de concentración. Antes de su encierro, ejercía como médico psiquiatra en Viena. A su regreso, plasmó lo vivido en un ensayo que se convirtió en la base de la teoría psicológica de la que fue fundador, la Logoterapia. Con su libro, buscaba confirmar que el hombre, aun en la situación más extrema, puede encontrar un sentido a su existencia que le empuje a desear seguir viviendo. Para ello, adopta el papel de observador de lo que ocurría en los campos - aunque él en ellos fue una víctima más- y describe con la terminología más objetiva posible cómo va variando el estado psicológico de los presos desde los primeros días del encierro hasta los últimos; desde el shock inicial hasta la desesperanza absoluta.

Viktor Frankl. Wikipedia
Frankl sí le encontró sentido a intentar sobrevivir y él mismo se lo intentó transmitir allí a algunos presos, entre sufrimientos terribles, castigos absurdos y la incertidumbre de si llegaría la liberación algún día. Es el mensaje que envía en el libro a través de testimonios, incluido el suyo propio. Habla de la dignidad del hombre y de quienes lograron resguardarla. Habla también de que elegir, aun en entornos de reclusión y tortura, siempre es posible. Su mensaje está lleno de vida y de fuerza. No es optimista ni fácil; es un testimonio desde el sufrimiento más absoluto, que invita a reflexionar sobre qué queda del hombre cuando se le quita todo. Frankl transmite una confianza firme en él, en su capacidad de salvaguardar su yo más profundo. E invita a ser responsable y asumir nuestros actos en cualquier circunstancia.

Quizás lo mejor de este libro es cómo el testimonio de lo que pasó en esos años llega acompañado de la explicación de un psiquiatra que se pone en su piel porque fue uno de ellos y que lo utiliza para hablar de aspectos que van mucho más allá. Frankl comienza refiriéndose a las víctimas del Holocausto pero lo que cuenta sirve para situaciones dispares, y, al final, está hablando de todos nosotros. Él, como víctima y como médico, encontró el sentido del que habla en el título:

El hombre es ese ser que ha inventado las cámaras de gas de Auschwitz, pero también es el ser que ha entrado en esas cámaras con la cabeza erguida y el Padrenuestro o el Shema Yisrael en sus labios.

Y lo halló también dentro de sí mismo, en el recuerdo de quienes se quedaron atrás:

"...fue entonces cuando aprehendí el significado del mayor de los secretos que la poesía, el pensamiento y el credo humanos intentan comunicar: la salvación del hombre está en el amor y a través del amor. Comprendí cómo el hombre, desposeído de todo en este mundo, todavía puede conocer la felicidad -aunque sea sólo momentáneamente- si contempla al ser querido..."

Ratita presumida

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2 comentarios:

  1. Pues a pesar de mi saturación con novelas ambientadas en el Holocausto y demás, creo que esta tiene, como dices, un enfoque muy particular, al ser contada por una persona que es a un tiempo víctima y psiquiatra. Apuesto a que me gustaría.
    Besos.

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    1. ¡Hola, Mara! A mí me gustó muchísimo, es un libro que te hace reflexionar y que habla de obviedades que a veces se nos olvidan: que en todos los bandos hay gente decente y gente que no lo es. Que entre las víctimas hubo gente que se abandonó y que fue cruel con los suyos. Y que entre los verdugos, hubo quien se compadeció de los que sufrían. Siempre, dice, es posible elegir. Un beso y muchas gracias por tu comentario!

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