viernes, 30 de marzo de 2012

Tirano Banderas, de Ramón del Valle-Inclán

Tirano Banderas, o algún libro de Valle-Inclán, eran desde hace tiempo una asignatura pendiente para mí, por haber estudiado al autor como uno de los más emblemáticos de la literatura de nuestro país. Por fin me decidí a empezar este libro, sin saber de qué iba y con previo aviso de que no era fácil de leer. Y la verdad es que me ha encantado.

domingo, 25 de marzo de 2012

Harún y el mar de las historias, de Salman Rushdie

Los fans de Michael Ende encontrarán en este cuento, que Rushdie escribió como regalo para su hijo, una especie de versión oriental de La Historia Interminable. Hay muchas similitudes: se trata, como en la obra de Ende, de un homenaje a la fantasía y a la literatura como conductora de ella, y también la trama comienza cuando el protagonista, un niño, se ve embarcado en una aventura para salvar el mundo de los cuentos, a punto de desaparecer. El punto novedoso radica en que Harún irá de la mano de su padre, Rashid, y que el objetivo del niño no es tanto rescatar la fantasía como ayudar a su progenitor, un contador de historias al que la imaginación y la capacidad de hablar parecen haber abandonado para siempre.

domingo, 4 de marzo de 2012

La Marcha Radetzky, de Joseph Roth

Hasta hace un par de meses, si yo escuchaba La Marcha Radetzky lo primero que me venía a la mente era la Filarmónica de Viena llena de señores en frac y señoras vestidas de gala dando palmadas el día de Año Nuevo. Ahora, gracias a la novela más conocida del autor austríaco Joseph Roth, pensaré en el desdichado joven Trotta y en su destino, marcado por la influencia del Héroe de Solferino. Pensaré en la Monarquía Austrohúngara y en su declive, en el Emperador Francisco José I y en su vejez: pensaré en la llegada del Fin del Mundo.


Cántico, de Jorge Guillén

Yo no soy muy aficionada a la poesía: he leído algunos libros, pero me cuesta entenderla y disfrutarla tanto como la prosa. Supongo que es la falta de costumbre: una se tiene que hacer al ritmo, y al vocabulario, y al estilo del poeta. Para leer poesía hay que concentrarse y pensar, y no tener prisa.