martes, 7 de junio de 2016

Voces de Chernóbil, de Svetlana Alexiévich

De Chernóbil parece que hemos oído mucho, a veces, quizás, demasiado. Este año se han cumplido 30 años del desastre, y hemos vuelto a ver fotos que ya en su día se nos quedaron clavadas: las casas abandonadas, las máscaras de gas tiradas en una clase infantil, los niños afectados por la radiación. Y nos han repetido las grandes cifras del desastre. La realidad, sin embargo, es que apenas sabemos nada de lo que de verdad supuso para quien lo vivió. Qué sintieron, dónde están ahora. Por eso este libro es necesario, casi imprescindible: porque nos pone lo que ocurrió frente a frente; porque le da voz a quienes sí estuvieron allí. Voces estremecedoramente auténticas.

Svetlana Alexiévich es considerada la periodista que mejor ha narrado los últimos años de la URSS. Y lo ha hecho desde un punto de vista humano. Lo que le interesa a Alexiévich son las consecuencias para el hombre con nombre y apellidos, para el individuo, ése que durante años pareció desaparecer en nombre de una causa mayor. Sus libros, como éste, están escritos en torno a conversaciones que ella recoge. Deja así que sean quienes lo vivieron los que cuenten la historia, una historia que ella no entiende si no es en la voz de la gente normal, de las personas que hacen, sufren y viven cada acontecimiento histórico.

Svetlana Alexiévich | Wikipedia Commons
En Voces de Chernóbil, Alexiévich reúne todo tipo de testimonios: ancianos que decidieron quedarse en su hogar; militares que trabajaron para sellar la central; esposas de los que murieron; niños, profesores, científicos, funcionarios, políticos... Su objetivo es que el lector se forme una idea lo más realista posible de lo que supuso el desastre en el día a día de prácticamente todos los estamentos de la sociedad bielorrusa, la que más sufrió el escape pese a que la central estaba en Ucrania. El resultado es impresionante: Alexiévich consigue convertir al lector en oyente, en testigo directo del relato único e individual de cada superviviente. Y las tragedias se entienden mejor cuando ponemos nombre a quienes las sufrieron.

Muchos se preguntaron en su día por qué una periodista recibía el Nobel de Literatura. Leyendo este libro se entiende: hay periodismo porque el libro es, en realidad, un extenso reportaje. Pero también está lleno de literatura: no hay ficción, pero sí una enorme sensibilidad para extraer lo bello y lo único de cada testimonio. Como en todos los grandes libros, la lectura nos lleva más allá de lo que la autora nos cuenta. Se habla de Chernóbil, pero también de la muerte como destino del hombre, de la búsqueda de trascendencia, de lo que nos hace únicos, del amor que resiste y del que no.

Voces de Chernóbil es duro, pero sin sentimentalismos. Es duro porque logra que el lector empatice de verdad con las historias, no porque la autora se recree en la tragedia. Consigue que entendamos al hombre y la mujer que estuvo allí; a la que perdió a su esposo pero también a la que perdió su hogar, su paisaje cotidiano, incluso el campo y las flores de su infancia. Al que se quedó sin lo que hasta entonces daba por seguro. Al que se dejó allí las fotos, los recuerdos, incluso los muertos. Y al que dio la vida por un ideal que se desvaneció al poco tiempo. En realidad, el libro es un precioso homenaje al hombre normal y su lucha diaria para seguir adelante, aunque ocurra lo inimaginable. Ella logra darle un inmenso valor al sufrimiento cotidiano. Y consigue que el lector, que ya conoce los números de la catástrofe, llore y sufra con lo pequeño, con lo olvidado.

Ratita presumida

2 comentarios:

  1. Será una de mis próximas lecturas y tengo muchas ganas de ponerme con ella. Estoy deseando encontrarme con esa sensibilidad tan especial de Alexiévich.
    Besos.

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    1. Hola, Mara!! Seguro que no te decepciona. Además, como buena periodista, la lectura es muy ágil. Muchas gracias por pasarte por aquí!

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