sábado, 23 de enero de 2016

Un antropólogo en Marte, de Oliver Sacks

Uno de los lanzamientos del año es En Movimiento, la autobiografía de Oliver Sacks, fallecido el año pasado tras escribir un par de artículos espectaculares hablando de su enfermedad y haciendo balance de su vida. Su último libro tiene una pinta tremenda, pero hemos preferido empezar por el principio, por uno de sus libros más famosos, para saber qué le convirtió en uno de los divulgadores científicos más conocidos del mundo.

Un antropólogo en Marte es una colección de ocho historias reales de pacientes con enfermedades mentales. Sacks, neurólogo y químico, seleccionó sus casos de entre los muchos que conocía por su trabajo y contó cada historia cuidadosamente, apoyado siempre en su propio testimonio, el de un médico curioso, que indaga en los límites de la mente humana con la ayuda de sus pacientes, con los que pasa horas y días y que en algún caso llegan a ser parte de su vida.

En el libro hay casos de todo tipo pero en todos ellos es reconocible el punto de partida de Sacks, un científico maravillado ante las posibilidades de la mente y los misterios sobre ella que quedan por descubrir. De todos sus pacientes le interesa, aunque no lo diga directamente, su capacidad para salir adelante y los recursos que pone en marcha su cerebro para sobreponerse a sus limitaciones. Sacks investiga qué hay de distinto en ellos y mediante sus experimentos ayuda a comprender un poco más cada uno de los trastornos. Pero lo que le hace conectar con el lector es esa fascinación que siente por lo diferente y por la capacidad de superación del hombre, en prácticamente todas las circunstancias.

Oliver Sacks en 2009 | Wikipedia CC Luigi Novi

En cada historia hay un enorme respeto por sus protagonistas y también se percibe la enorme curiosidad de Sacks, que no se limita a las pruebas médicas y los experimentos sino que se interesa en el día a día de los enfermos, en la forma en que combaten sus limitaciones. Son especialmente emotivas las historias sobre el cirujano con síndrome de Tourette o la del pintor que dejó de ver el color. Pero en todas se percibe lo mismo: no hay lástima, sino investigación, estímulo, ganas de vivir.

Quizás el mejor relato sea el último, el que da título al libro, sobre una autista que llega a ser ingeniera y que da conferencias sobre su propio mal. Se nota en cada página el ansia de Sacks de saber más sobre ese mundo de ella propio, distinto (¿o no tanto?) al suyo. Ella dice sentirse todos los días, a todas horas, como "una antropóloga en Marte". Él le toma prestada la expresión para contarnos su experiencia con los que son diferentes desde la humildad y la admiración. Así habla de otro paciente autista:

"Sus limitaciones, paradójicamente, pueden ser también sus fuerzas. Su percepción me parece valiosa, precisamente porque transmite una visión del mundo maravillosamente directa, no conceptualizada. Es posible que sea limitado, raro, extravagante, autista; pero posee el don de representar el mundo e investigarlo de un modo especial, de hacer algo que pocos de nosotros hacemos". 

Ratita presumida 

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