Si hubiera visitado una
librería buscando alguna novedad que leer, nunca me hubiera
decantado por La constelación del perro. Ambientado en el futuro, en
este libro Big Hig nos cuenta cómo es su vida en su aeropuerto,
adonde ha ido a parar tras sobrevivir a una epidemia de gripe que ha
acabado con el 99% de la población mundial. Me recordaba demasiado a
La carretera, libro que conscientemente decidí no leer por mi alta
sensibilidad. Pero los regalos (y los cuñados) están para poner
remedio a los errores de una, así que aquí va la crítica que debo
desde Navidad. Adelanto: me ha gustado.
Peter Heller escribió La constelación del perro en el año 2012; la versión en español se publicó dos años más tarde. No es el primer libro de Heller: deportista y amante de la naturaleza, ya había escrito varios libros y artículos sobre sus viajes en kajak. Ese amor por los bosques, los ríos y los cañones se adivina en esta obra, donde Hig disfruta pescando y cazando desde el respeto a los animales, tomando de la naturaleza sólo aquello que necesita y sabiendo disfrutar de ella.
Hig vive en Erie, el
aeropuerto de Denver. Cada día sale con su avioneta, la Bestia, a
revisar el perímetro que lo rodea. Así, Bangley y él intentan
prevenir ataques porque, en un mundo donde las infraestructuras
estatales ya no existen, la lucha por la supervivencia es a muerte.
Bangley, el compañero de Hig, es el estratega del grupo, y entrena a
Hig para que esté preparado en las emergencias. Es de los que
disparan antes de preguntar: „... y recuerda, Hig, no negocies
nunca“. Tras varios años así,
Hig se pregunta qué sentido tiene la vida, y echa de menos a su
mujer, que murió embarazada también de gripe. Sólo le queda su
perro Jasper, que le acompaña en sus viajes en avioneta y en sus
cacerías.
de la web de Peter Heller |
Las descripciones de los
bosques, los ríos y el paisaje, a mí me parecen preciosas. Se
siente el respeto y el amor que siente el autor por la naturaleza, y
describe de alguna manera esa vuelta al pasado (o a la
realidad) a la que uno se ve obligado cuando „todo se derrumba“ y
hay que buscar el alimento de cada día: la caza, la agricultura y
las energías renovables les salvan de la muerte. Otro punto positivo
del libro es Jasper: es el mejor personaje del libro. Yo, que no soy muy amante de las
mascotas, he adorado a Jasper desde la perspectiva de Hig, que
interpreta sus miradas como si de una persona se tratara. También me han encantado los diálogos: la soledad hace a Hig a veces pensar en voz alta, y por eso faltan siempre los guiones. No sabemos muchas veces qué es lo que piensa y qué lo que dice, como si todo fuera seguido y pasara en su cabeza, como en un sueño.
El problema del libro estriba en que parece un cuento. Hay hechos poco creíbles, que no cuadran muy bien en la historia, acción quizá a veces innecesaria y casualidades más que imposibles. Pero yo
creo que no importa: Heller quiere que encontremos la esperanza, las
ganas de vivir, y que seamos ilusos, pues poco más nos queda al final
del mundo. También nos pide que nos perdamos cuando suframos... para
volver a encontrarnos.
Muy recomendable para
cualquiera, diría yo. Aunque más, si pasa por un bache.
Ratita de laboratorio
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