miércoles, 30 de noviembre de 2022

Diarios españoles, vol. I, de Carlos Morla Lynch

La primera vez que leí sobre Morla Lynch fue en un libro de Trapiello sobre la literatura en tiempos de la guerra civil española. El regalo de sus memorias, Diarios españoles, recibido en un momento personal difícil, animó un cumpleaños especial en todos los sentidos. Postergué su lectura, que se alargó demasiado también, quizá, a pesar de ser un buen libro. Pero me gustó lo suficiente como para querer leer el volumen II.

 

Morla Lynch fue secretario de la embajada chilena en Madrid durante la República y la guerra civil. Su casa estaba siempre abierta, y a pesar de las desgracias personales que le tocó vivir, disfrutaba de las fiestas y de la compañía de amigos en casa. Sus fiestas debieron ser legendarias, y entre sus invitados estaban algunos de los personajes más conocidos de la época, como Lorca.

Morla Lynch escribió su diario durante años, y decidió recopilar sus escritos y publicarlos por lo que hablaban de Lorca, fundamentalmente. Hay partes del diario que faltan por ser demasiado íntimas y personales del propio Morla, pero el resto son pequeños resúmenes del día, con quehaceres diplomáticos y con cenas, con excursiones, con funciones de teatro y una amistad profunda con Lorca. 


Lorca era un hombre con un gran carisma, según Morla Lynch. Era capaz de animar una fiesta acabada, y tenía un gran sentido del humor, pero también una gran sensibilidad, que le permitía adivinar los pensamientos más ocultos de sus amigos. A veces tenía "malos días" y desaparecía, podía no dar señales de vida en fiestas organizadas en su honor, porque a veces él también estaba triste, pero luego pedía disculpas y siempre se hacía perdonar. 

Y cuando escribía, presentaba y leía sus obras rodeado de amigos. Un salón, en casa de Morla Lynch, repleto de gente escuchando poemas del Romancero, o sus obras de teatro, para predecir la respuesta del público. La emoción de sus amigos, las canciones que cantaba, las conversaciones... No todo el libro gira en torno a Lorca, ni mucho menos, pero está ahí y se hace querer. Y eso es lo más duro del libro: qué rabia que no viviera más, que le mataran sin razón, que no le pudiéramos disfrutar mucho más tiempo.

Lo más valioso de este texto es que, como el propio autor confirma, se escribió sin saber lo que iba a pasar, y asusta lo lejana que estaba la idea de la guerra en las tertulias de las que habla. Sí, claro, se hablaba de política, de educación, de lo que pasaba en Europa. Pero no de guerra. También es valioso observar que hasta el comienzo de la guerra las discusiones políticas eran posibles. A partir de la guerra, Morla Lynch, como tantos otros diplomáticos, intentan proteger a quien le pide asilo, y se ven en situaciones difíciles: para sortear los bombardeos, para repartir papeles, para dar de comer a cada vez más gente que, asegura, si es descubierta puede morir a manos de los anarquistas.

Morla Lynch protegió a muchos personajes en la embajada, viejos conocidos y amigos de la casa. Impacta pensar durante la lectura cómo antes de la guerra gente muy dispar políticamente podía compartir tertulia, y cómo todo se acaba con el intento de golpe de Estado.

El volumen I de los Diarios españoles abarca desde 1928 hasta final de 1936, incluyendo por tanto la muerte del poeta. El volumen II llega hasta el final de la guerra, donde entiendo que seguirá hablando de sus equilibrios con las autoridades para seguir protegiendo a inocentes, y de sus encuentros con los milicianos, limpiabotas y demás amigos suyos. Creo que lo leeré, para saber cómo siguió su labor hasta el final, y por si encuentro más pistas sobre su apoyo a los nazis o lo que pasó con Miguel Hernández. Neruda, que no se llevaba muy bien con Morla Lynch, le acusó de negarle asilo, pero a mí, después de leerlo, me cuesta creerlo.

Muy recomendable, si queréis saber algo más de cómo era Lorca y su vida en Madrid antes del comienzo de la guerra.

Ratita de laboratorio

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