La portada, el título y, sobre todo, el color rosa chicle de la edición ya sugieren por dónde van a ir los tiros. Pero el resultado de Sheila Levine está muerta y vive en Nueva York supera, mucho, las expectativas. Porque sí, es la historia de una chica normalita y soltera próxima a los 30 que ve cómo sus amigas se casan y su vida sigue sin rumbo fijo, pero tan bien contado que hace reír a carcajadas en muchas páginas y sus aventuras pueden conectar con todos. Quizás más si estás en plena crisis de los 30, pero no necesariamente. Quién no ha tenido aventuras como las suyas, sea mujer u hombre, mayor o joven, guapo o del montón.
La historia de Sheila está contada en forma de larga carta de despedida en la que explica los motivos de su próximo suicidio: ha alcanzado la treintena, no encuentra marido y ha tirado la toalla. Se remonta a su infancia para contar las primeras presiones -sobre todo, las de su madre- y de ahí pasa a la adolescencia, a la universidad y al momento en que se independiza y se muda a Nueva York. Una ciudad en la que se ve forzada a crecer del todo para descubrir que el mundo, y la vida adulta, es mucho más difícil de lo que imaginó y que seguramente no vaya a parecerse en nada a lo que ella soñaba para sí misma.
El hilo conductor es la búsqueda de un marido perfecto, desde que era niña hasta el momento actual, con sus amores platónicos, sus ligues reales y sus noviazgos frustados. Es una carta de suicidio -la autora nos lo recuerda de vez en cuando- pero el tono es irresistible, rápido y de un humor contagioso. Es imposible no solidarizarse con la pobre Sheila, frustrada por una vida que no es como le contaron pero tan parecida a las nuestras. Sheila no es bella, ni delgada, ni tiene las cosas fáciles, pero es inteligente, observadora y divertidísima. Ella quiere suicidarse, pero lo que el lector tiene entre manos es la visión aguda y desternillante de una vida corriente, llena de decepciones y de esperanzas. Tan mala -o tan buena- como las nuestras.
Gail Parent | Libros del Asteroide |
Parent, que escribió este libro en los 70 y luego se dedicó a escribir guiones, habla de muchos temas por debajo de las desventuras de Sheila. Se ríe de las convenciones sociales del EEUU de los sesenta, en el fondo no tan diferentes a las de hoy. También habla de cómo era el Nueva York de la época: la moda, las drogas, los hippies, la guerra, la política, el esnobismo y lo políticamente correcto, mofándose de todo ello pero retratando de forma implacable el entorno de su personaje, el mundo que no le dejará ser feliz si trata de ser lo que se espera de ella.
En el fondo, la carta habla de cómo Sheila lucha para hacerse adulta: lidia con sus primeras facturas, con el trabajo que tiene que aceptar para pagarlas, con los sueños que tenía para sí misma y que sobreviven a duras penas. Pero eso sólo se lee entre líneas si el lector se molesta en buscarlo porque el humor no se pierde en ningún momento. Y nos reímos con ella, y también de ella. Porque Sheila tampoco se toma a sí misma del todo en serio.
Ratita presumida
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Estoy deseando leerlo!
ResponderEliminarEs divertido, entretenidísimo y con mucho fondo. A ver si te gusta tanto como a mí, pásate por aquí y cuéntanos! Gracias por leernos
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