lunes, 2 de marzo de 2015

El jilguero, de Donna Tartt

Tras la publicación de El jilguero, ganador del Pulitzer en 2014, se dispararon las visitas y búsquedas sobre el cuadro del mismo nombre en el que se apoya toda la novela. Es la consecuencia lógica tras leerlo: entre las virtudes de este libro, está la de contagiar la fascinación por las cosas bellas y los objetos con alma, que hablan con nosotros siglos después de que fueran creados. El protagonista ata muy pronto su destino al del cuadro, pequeño y delicado, fascinado por su inmortalidad: poseerlo le hace sentir distinto y cuidar de que no le pase nada se convierte en una obsesión. La historia de ese vínculo y la soledad de la que nace es el pilar de esta historia.


El Jilguero presenta en sus primeras páginas al protagonista, Theodore, encerrado en una habitación de un hotel de Amsterdam soñando con su madre y haciendo cábalas sobre las casualidades que llevaron a su muerte. Comienza aquí un largo flashback que arranca el día en que un atentado cambió el rumbo de su vida: Theodore reconstruye minuto a minuto los pasos que les llevaron a su madre y a él a pasar por el museo neoyorquino donde ella perdería la vida y él quedaría atado para siempre a una niña pelirroja y a un cuadro que se salva, por segunda vez en su historia, de una explosión.

El pequeño Theo, de sólo doce años, ve su vida destruirse poco a poco. Acapara focos y atenciones como superviviente de un sangriento atentado pero está absolutamente solo. El dolor de Theo casi se puede tocar y su sensación de desamparo, también. Cambia de casa, de familia, de amigos. Y se aferra al fugaz encuentro que vivió con una de las víctimas y al Jilguero que se llevó de entre los escombros, encadenado para siempre por el pintor, tan solo, y tan vivo, como él.

El Jilguero, de C. Fabritius
Tartt construye su novela tomando como eje ese desamparo y el intento de Theo por paliarlo. Primero hallará consuelo en una tienda llena de objetos maravillosos; después, al ritmo en que los adultos van decidiendo su destino, serán las drogas, los nuevos amigos, la ilusión de una vida convencional o el dinero. El tono del libro, intimista al principio, va cambiando al mismo tiempo: hay aventuras, acción, suspense, algo de novela negra y, claro, una historia de amor. Una mezcla que llevó a algunos críticos a hablar de ecos de Dickens y contada con un ritmo que hace que sus más de mil páginas acaben mucho antes de lo previsto. Pero según avanza la trama y Theo cambia de ambiente, empezamos a echar de menos al niño del principio, a esa dolorosa sinceridad cuando acaba de perderlo todo, al consuelo que encontró poco después y que busca ahora sin descanso. El Jilguero quizás gane en ritmo según pasan los capítulos pero va perdiendo en verosimilitud, esa que atrapa al principio y que el lector busca en los Theos que van apareciendo después.

Tartt sale al rescate en las páginas finales, llenas de reflexiones muy bellas del protagonista, explicándose a sí mismo los años pasados desde su primer encuentro con el cuadro y con la realidad de la vida; con el dolor, desnudo. Una especie de epílogo que busca aunar todos los rostros que se han visto de Theo, desde el primero hasta el último, y que en el fondo deja en evidencia que algo se ha perdido en el camino. Aun así, aunque la historia pierda pie en los últimos capítulos, leerlo vale la pena por algunos de los personajes, por momentos que brillan y por las muchas, muchas horas de placer que da a los que disfrutan de las historias que enganchan.

Ratita presumida

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2 comentarios:

  1. He leído alguna opinión parecida a la tuya y me desanima un poco pero como lo tengo pendiente en la estantería lo leeré sí o sí. Eso de que pierda verosimilitud o pierda pie me deja sin ganas.
    Un saludo.

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    1. Hola, Enzo! En algún sitio leí que está en la línea que separa la alta de la baja literatura (si es que existe). Disfrutarás, y mucho, leyéndolo, seguro. Pero tiene, según mi punto de vista, partes muy muy buenas, y otras que no lo son tanto, que no están a la altura. Ya nos contarás qué te parece. Un saludo y gracias por pasarte.

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