martes, 27 de agosto de 2019

El pasajero, de Ulrich A. Boschwitz

Leí sobre El pasajero en un artículo, sobre cómo el manuscrito apareció en un Archivo Nacional alemán y un editor se lanzó a trabajarlo y publicarlo. De cómo Peter Graf, tras hablar con su sobrina, dio voz a una obra publicada en otros idiomas pero nunca en alemán. De cómo Boschwitz, tanto tiempo después de su muerte, vio por fin su obra El pasajero publicada en su país. Y no me pude resistir: yo leí Der Reisender, y me ha sobrecogido.


Boschwitz publicó en 1939 en Reino Unido su novela El pasajero, que se tradujo a varios idiomas. Quiso revisarla, pero no pudo hacerlo, ya que tras pasar por Suecia, Francia, Luxemburgo, Bélgica y Reino Unido fue enviado a Australia, desde donde intentó volver en un barco que fue bombardeado por un submarino alemán. Boschwitz murió en 1942 y se llevó con él un último manuscrito. El pasajero se publicó por primera vez en alemán cuando los descendientes del escritor contactaron a Peter Graf, que revisó el manuscrito original con la esperanza de realizar los cambios que habría  llevado a cabo el autor si hubiera vivido para hacerlo.

Boschwitz (ed. Klett-Cotta)
Otto Silbermann y su mujer quieren huir de Alemania, pero ya no es tan fácil como era, y muchos países tienen sus puertas cerradas. Silbermann quiere liquidar su negocio, vender su casa y marcharse: no puede irse dejando todo atrás. No puede, porque él es alemán. Judío, sí, pero alemán, y le cuesta dejar su patria, darlo todo por perdido, aceptar que su vida corre peligro en su propio país.

Para huir e impedir su detención, Silbermann empieza a viajar en tren por toda Alemania. Y de aquí viene el título, Der Reisender, que en espanol se ha traducido como El Pasajero, perdiendo parcialmente la idea de movimiento constante que aparece implícita en el título alemán. No sé qué otras opciones había, pero en otros idiomas, por ejemplo, se tradujo como El fugitivo y como El hombre que cogía trenes. Y es que Otto monta en un tren, se baja en otra estación donde no pensaba, retrocede, cambia de opinión, pasa miedo... vive en un estado de tensión al que no está acostumbrado, porque "él no sabe mentir, o delinquir. Es un hombre de negocios".

El pasajero da una idea de cómo muchos judíos se sintieron tras los progromos de noviembre de 1938. A punto de ser demasiado tarde para intentar huir, muchos seguían sin creer lo que estaba pasando. Cuánto hubiéramos tardado nosotros en reconocer que el sinsentido era una realidad, y que abandonar nuestro país era lo más seguro?

Esta obra merece un hueco en la biblioteca de aquellos a los que le gusta esta temática: nos hace ponernos en la piel de un judío que huye, y de todos los estados anímicos por los que atraviesa. Además, leerla es de justicia hacia un autor que vivió el rechazo en la propia piel y que perdió la vida en 1942. Ojalá hubiera vivido para dejarnos más manuscritos y que, mucho tiempo después, nos ayudara a entender.

Ratita de laboratorio

PS: atreveos con ella en alemán: se deja leer bastante bien, y tiene un ritmo tan rápido, que la terminaréis enseguida.

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