lunes, 16 de julio de 2018

La hija del sepulturero, de Joyce Carol Oates


La autora de La hija del sepulturero apareció entre listas sobre candidatas (y no candidatos) al Nobel de Literatura, que no sabemos si (o cuándo) volverá a entregarse. Lo elegí entre sus numerosas obras por tener tintes autobiográficos y por ser uno de los más alabados por la crítica. El estilo de Oates me ha encantado, pero a Rebecca, la protagonista de la novela, no me la he terminado de creer. No sé si Oates ensambló fragmentos de historias independientes, o si desea romper estereotipos con una mujer así, pero me ha costado mucho empatizar con ella.


Oates es una autora muy prolífica. Publicó La hija del sepulturero en 2007, y he leído que en parte es autobiográfica, algo que me ha impresionado. Es profesora de escritura creativa en la Universidad de Princeton.

La hija del sepulturero comienza con el que diría es el mejor capítulo del libro, y el que ha conseguido que admire a Oates como escritora. Rebecca vuelve a casa desde la fábrica donde trabaja y al rato, caminando por el sendero de siempre (y desierto como siempre), nota que hay un hombre detrás de ella que es posible que le esté siguiendo. La descripción de los sentimientos de Rebecca en esos escasos veinte minutos es perfecta, y muy realista, de forma que nosotros dudamos con ella: y si el hombre sólo pasea? Tendría sentido correr? Es tarde para dar la vuelta? Cuando leí que era profesora de escritura creativa me imaginé ese mismo capítulo como clase magistral.

Oates (wikipedia)
Después de conocer a esa Rebecca, madre y trabajadora, la autora nos traslada al pasado. Rebecca Schwart nació en el puerto en Nueva York, en el barco que trajo a su familia desde el viejo mundo (Alemania), y tiene una infancia muy dura. La historia, al estar contada desde su punto de vista, deja muchos flecos abiertos, y cuesta mucho entender la evolución de los padres. La vida que encuentran en los Estados Unidos como refugiados no tiene nada que ver con lo que dejaron atrás, lo que se traduce en una depresión severa, cercana a la locura, por parte de la madre pero también del padre, mezclada con un posible sentimiento de culpa. Imagino que las circunstancias pueden provocar cambios en las personas, pero me cuesta creer que llegaran hasta ese punto, así que creo que el idealismo de la vida en Alemania falla y afecta a la credibilidad de la histora.

Después de leer sobre la infancia de Rebecca conocemos a la joven, y a la mujer adulta. Y su evolución, el paso de una etapa a otra, marcado por su relación con los hombres, vuelve a resultarme difícil de creer. Como si fueran, como dije al principio, tres historias independientes en su origen que se unieron para formar una novela.

Obviamente Oates no nos permite olvidar a Pa, cuyas frases más míticas aparecen escritas en cursiva, y las dudas y los miedos de Rebecca, arrastrados a lo largo de su vida, dan unidad a la novela. Pero, como Rebecca es una mujer tan hermética, a veces cuesta entender su evolución, y nos hace vivir fríamente los momentos más emotivos.

Como escritora Oates me ha encantado, tiene un estilo que me ha gustado mucho, como digo sobre todo en su primer capítulo y con esas frases que una y otra vez recuerdan a Rebecca su pasado, pero como no me he terminado de creer su historia, no creo que vuelva leerla. Si alguien piensa que me equivoqué de obra, y que otros libros son mejores, por favor, hacédmelo saber.

Por cierto, lo leí en inglés. Altamente recomendable.

Ratita de laboratorio






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