miércoles, 26 de abril de 2017

El libro de Monelle, de Marcel Schwob

Aunque no es muy conocido, quienes lo han leído quedan marcados por este breve y precioso libro al que es difícil buscarle semejanzas. Se enmarca en el simbolismo francés pero nada más empezarlo se ve que va mucho, mucho más allá de clasificaciones. Es El Libro de Monelle, una obra que fascinó a Borges y que sigue contando con multitud de lectores enamorados. Una reedición de Alianza con una portada bellísima y la recomendación entusiasta de una joven poeta, Luna Miguel, hicieron que el libro cayera en nuestras manos. Y desde aquí, invitamos a que nuevos lectores lo disfruten.

Marcel Schwob publicó El Libro de Monelle en 1894, tras la muerte de Louise, una jovencísima prostituta de la que se enamoró y con la que mantuvo una relación de tres años hasta su muerte de tisis. Schwob, que nunca se recuperó del golpe, escribió esta obra inspirado por ella: Louise es Monelle y las hermanas de Monelle, niñas a punto de ser adultas y que por ello conservan la inocencia y la esperanza, aunque también ya tengan dentro una tristeza honda, una maldad morbosa o una vanidad desorbitada. 

El libro se divide en tres partes: en la primera, habla Monelle: da la mano al autor para entregarle sus enseñanzas, una especie de mandamientos que le sirvan de guía y que le piden vivir "el momento", no "recordar", no disfrutar demasiado de la felicidad ni ahogarse en la tristeza. "Olvídame y seré devuelta", se despide Monelle de un Schwob que la ve marchar tras recibir palabras como éstas: 

"No mires detrás de ti. No mires demasiado delante de ti. Si miras en ti, que todo sea blanco.
Sorpréndete de todo; pues todo es diferente en la vida y semejante en la muerte". 

La segunda parte es una colección de relatos con niñas como protagonistas y con ecos de los cuentos clásicos -Andersen, Perrault, Las Mil y una Noches-. Como en éstos, hay dureza y crueldad en ellos: las niñas son inocentes, pero no del todo; no tienen miedo de la vida, pero comienzan a recelar; están todas en el punto justo en que asoman al mundo adulto: a las decepciones, al dolor, a la maldad. Schwob las retrata en ese instante, mágico, cautivador. Atrapa eso que, llegado el momento, se pierde para siempre.

Marcel Schwob


En la tercera, la protagonista vuelve a ser Monelle, convertida también en personaje de cuento, en una niña-madre que cuida a otros niños que no quieren crecer y a los que tiene que proteger de lo que está fuera. Para ellos ella es su líder, su guía para no perderse nunca. Es inevitable imaginar a Schwob como uno de esos pequeños pacientes, oculto de un mundo que no entiende, que le hace sufrir demasiado. 

Aparte de su singularidad y de la belleza del lenguaje de Schwob, tanto en los aforismos como en los relatos, su magia está la fuerza que tiene el libro entero, alimentado por un amor y una angustia vital que el lector enseguida intuye. Louise no era una preadolescente como Monelle -murió en la veintena- pero Schwob sí pareció encontrar en ella algo que quizás estuvo buscando siempre: una forma de ver el mundo distinta, más limpia pese a las penurias. El libro es un canto a ese momento perdido: el instante en que se cambia la mirada para siempre, en que el dolor y la desesperación acaban con la felicidad sin más, sin adjetivos. Aunque el autor deja una frase clave al final...

"Entonces Louvette recordó, y prefirió amar y sufrir, y vino a mi lado con su vestido blanco, y los dos huimos a través del campo". 

Ratita presumida

2 comentarios:

  1. Ay, acabas de recordarme este título. Alguien me lo recomendó pero confié en mi memoria y no lo anoté. Obviamente... lo olvidé. Lo anoto, lo anoto. Gracias.

    Un abrazo

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    1. Me alegro, Ana! Para eso estamos... para descubrir nuevos libros o recordarlos! Seguro, seguro que te gusta. Ya me leeré tu reseña. Abrazos!

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