Cualquiera que me conozca sabe que la
cocina no termina de ser lo mío. Hago mis pinitos, pero a la hora de
relajarme prefiero leer un libro que meterme entre fogones. Para
comer sano, sin embargo, además de buenos ingredientes hay que pasar
por la cocina de uno, y eso hace que de vez en cuando abra el 1080,
que lleva años conmigo, para buscar recetas. Cuando la posibilidad
del tupper o del bar de toda la vida es inexistente, no hay más
remedio que ponerse el delantal.
Simone Ortega publicó 1080 Recetas de
cocina en el año 1972. Su marido, cofundador de Alianza Editorial le
animó a escribirlo, pero seguro que pocos pudieron imaginar que se
convertiría en uno de los libros más vendidos. Ortega cuenta que
cada una de las recetas que describe la cocinó muchas veces, y que
sólo escribió sobre platos cuya preparación dominaba
perfectamente. Desde 1972 este libro adorna muchas estanterías, y en
el prólogo de la edición que yo tengo, Simone Ortega se enorgullece
de haber conseguido „que los españoles coman mejor“.
Muchos de vosotros habréis
experimentado como madre* o como hija** las siguientes
conversaciones:
- Mamá, ¿cuánto tiempo lo tengo en el fuego?
- No sé, hija, cuando veas que está, lo quitas.
o...:
- Mamá, ¿y de esto, cuánto hay que echar?
- No sé, hija, el mismo plato te lo va pidiendo.
Simone Ortega (Fuente: Hola) |
La clave del éxito del 1080 está en
que este tipo de frases son casi inexistentes. Obviamente la
experiencia da esa intuición culinaria que uno denomina „secreto“
o „arte“ cuando no ha freído un huevo en su vida, pero a falta
de tablas en la cocina, Ortega explica con detalle cada uno de los
pasos de la receta sin escatimar en trucos para lograr esa perfección que a menudo con explicaciones caseras es
imposible de alcanzar.
Yo recomendaré siempre el 1080 como
„libro de encimera“ (como equivalente al de cabecera) para acudir
a él cuando apetezcan las comidas de toda la vida. En el 1080 no hay
cupcakes ni deconstrucciones, pero hay recetas para legumbres,
carnes, pescados y postres, tradicionales y más fáciles de preparar
de lo que uno puede creer. También hay recetas para las croquetas, y
para la tortilla de patata, que podréis seguir para lograr un éxito
rotundo sin pasar por el vergonzoso trance de preguntar a un amigo
por la proporción requerida. Además, da ideas para la elaboración
de menús equilibrados, y recomienda los vinos adecuados para cada
plato, por lo que también enseña a comer bien.
Como crítica, os diré que el exceso
de detalles puede abrumar en algunas recetas. Como cualquier libro de
cocina presuponen lavavajillas, cocinas del tamaño de las de la
televisión, alacenas llenas de especias y congeladores grandes como
iglús, pero os invito a ir a lo esencial o a adaptar las recetas si
es necesario. Y si algún día tenéis tiempo, cumplid a rajatabla lo que os dice en esas mismas recetas más complejas: os ganaréis el respeto de vuestras madres*.
*y
**: las palabras madre e hija provienen de mi experiencia propia y
personal, y son intercambiables por padre, hijo, abuela/o o semejantes.
Ratita de
laboratorio
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