La mayoría de lectores españoles se acercarán a James Rhodes a raíz del libro y no al revés, pero el concertista es famoso, sobre todo en Reino Unido, en buena parte por haberse atrevido a revolucionar el mundo de la música clásica. Él mismo le dedica a su forma de hacer las cosas muchas páginas en la obra: cuenta que habla con los espectadores en los conciertos, viste con vaqueros, ha presentado programas de televisión y tiene el objetivo de acercar a los grandes clásicos a gente que jamás se ha molestado en escucharlos. La música es el eje del libro porque es la primera pasión por algo que sintió de niño y porque le acompañó siempre, hasta convertirse en su profesión pese a los años que pasó lejos del piano. "La música puede llevar luz a sitios donde nadie más llega", dice. Y quiere que nadie se lo pierda.
El relato de Rhodes arranca en la infancia, en la infancia que recuerda antes de que llegaran los abusos, con tan sólo cinco años, por parte de un profesor de los que nadie supo nada hasta que él lo contó mucho más tarde. Las descripciones son duras porque se nota que cada palabra está llena de verdad. Y además de los hechos, Rhodes cuenta las consecuencias: el cambio drástico de un niño que se sentía feliz y seguro; la soledad que ya nunca se iría, un dolor inimaginable que él, a base de sinceridad, hace que el lector sienta. El relato, que avanza por la adolescencia del autor, su descubrimiento del piano y su paso por la City, es una continua reflexión sobre sí mismo, sobre el efecto que tuvo su pasado en él y las formas en que intentó afrontarlo. Relata sus caídas, sus depresiones, sus intentos de ser uno más, sin éxito. Y lo hace a la luz de lo que es hoy y de lo que, ahora sí, es capaz de contar sin miedo a hundirse. Rhodes es capaz de identificar lo que sentía a cada momento: en su primera boda; cuando vivió sus primeras terapias; cuando sintió por primera vez que había salida.
Instrumental es la historia de alguien que ha sufrido mucho más que muchos de nosotros y que, de algún modo, ha conseguido vivir después momentos de felicidad. Y por esa fuerza que se adivina en él, por esa capacidad de analizarse a sí mismo, por la sabiduría que da estar muy abajo y encontrar algo que te haga reaccionar, el libro estremece y emociona. Está lleno de vida; de una vida que nace de la oscuridad y la soledad más absolutas. Y está lleno de verdad: una verdad sin sentimentalismos, que sabe que no hay fórmulas mágicas, que asume que la lucha es inacabable, contra su pasado, contra una parte de sí mismo.
"Hay un terror incorporado en mi interior que me dice que todo lo bueno va a desaparecer. Que si no controlo las cosas, si no las dirijo, me ocupo del menor detalle, me obsesiono, me angustio, insisto y persigo, no se harán realidad".
Al terminar, Rhodes dice que aun hoy "siempre está a dos malas semanas de un pabellón cerrado". Pero también habla de la "revolución", contagiosa, que está viviendo. Y este libro forma parte de ella.
Ratita presumida
A mi este libro me impactó mucho, tiene momentos que percibí incluso como peligrosos. No entiendo tampoco muy bien la polémica en torno a él, creo que es necesario que ciertas "cosas" se cuenten, se sepan, e incluso se griten. Que no nos dejen pasar por la superficie.
ResponderEliminarUn abrazo
Totalmente de acuerdo, Ana. A mí también me impactó muchísimo por la sinceridad con la que habla de lo que le pasa por la cabeza y de las veces que ha estado en lo más hondo. Cuenta lo que le ha pasado y cómo le ha afectado tal cual. Y eso impresiona porque ni adorna ni calla nada. Da miedo estar, o llegar a estar, donde ha estado él. Gracias por pasarte por aquí! Besos!
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