jueves, 24 de julio de 2014

Einmal rundherum: Historias de un viaje alrededor del mundo, de Andreas Altmann

Einmal rundherum fue un regalo de cumpleaños: cortito, en alemán y sobre viajes, era perfecto además para que se colara en el blog. Yo nunca había oído hablar del autor, pero según he leído es un escritor alemán bastante conocido por sus crónicas de viajes, que no son simples guías turísticas. No sé si con el regalo pretendían darme ideas para la próxima excursión, pero de momento un viaje alrededor del mundo tendrá que esperar: desde que vivimos en Alemania, casi todos los aviones vuelan con destino a casa. Y a ninguno nos pesa. 

Andreas Altmann comenzó su vida profesional en el teatro, y no fue sino hasta unos años después que empezó a escribir sobre viajes. Cuando Altmann viaja no busca museos ni playas paradisíacas, visita sólo aquello que le puede enseñar algo sobre la cultura del país en el que está. Sus libros describen a la gente lugareña y sus anécdotas, y no los monumentos o actividades típicas de los turistas. En Einmal rundherum (2002), Altmann narra la vuelta al mundo que realiza en 60 días junto al fotógrafo Reinhardt. Juntos pero no revueltos, viven sus experiencias por separado, para no influenciarse mutuamente en las impresiones que los diferentes países les causan. Altmann ha escrito más libros, también autobiográficos sobre su infancia y juventud en Bavaria.

Del libro me ha gustado mucho las reflexiones sobre la forma de viajar de hoy en día. Escrito en 2002, critica el uso excesivo del teléfono móvil, que impide romper ese nexo de unión a nuestro presente y nuestra rutina, de forma que no nos mezclamos del todo con el país y sus gentes por tener la mente demasiado puesta en nuestra vida habitual. No me atrevo a imaginar su opinión sobre los viajes de hoy, donde casi no hay lugares sin wifi desde donde postear nuestras mejores fotos de forma instantánea. En eso estoy con él, pero no sólo en los viajes: no se puede disfrutar del momento con la cabeza puesta en cómo contarlo. Por otro lado, en el libro su forma de vivir los viajes puede parecer demasiado intensa: siempre buscando gente dispuesta a contarle historias, me pregunto si cuando va en el metro en París se gira hacia su vecino de asiento y le pregunta si es feliz. Yo creo que no me dignaría a contestar, sobre todo si son las siete de la mañana... aunque me perdiera una conversación interesante por no hacerlo.

Con respecto a la dificultad del idioma, aunque no es un libro muy difícil, a veces es irónico, y utiliza palabras que yo no conocía para detallar sus impresiones en los viajes. Es por eso que sé que me he perdido detalles importantes, ya que el libro, en realidad, es una suma de experiencias y opiniones donde a veces he tenido que leer dos veces un párrafo para saber si la crítica a un comportamiento era positiva o negativa. Creo que no hay traducción al castellano, así que para entenderlo mejor, tendré que recuperar mis clases de alemán.

Me quedo con una de las historias que cuenta al principio (traducción libre):

„Un hombre sale de su ciudad y, al llegar a otra, le pregunta al guardián de la entrada cómo son sus gentes. El guardián le pregunta a su vez que cómo son las gentes de su ciudad de origen, a lo que el viajero responde que amables y buenas personas. El guardián le dice que así son también las de la ciudad que visita.

Al rato, llega otro viajero y le hace la misma pregunta al guardián, a lo que él vuelve a contestar como antes. Esta vez el viajero contesta que, las gentes de la ciudad de la que viene, son antipáticas y malvadas. Y el guardián vuelve a decir: así son también las de la ciudad que visita.“

Esta historia merece un debate tomando una Pils (invito yo).

Ratita de laboratorio

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