Alice Munro es una autora
canadiense, Premio Nobel en 2013, que empezó a escribir desde su
juventud. Es una escritora de cuentos en los que describe relaciones
y sentimientos de personas normales, en situaciones cotidianas,
poniendo en palabras las sensaciones de sus protagonistas, todos
ellos gente sencilla cuya profundidad es siempre mayor de la que
aparenta. Sus relatos, casi siempre en un ambiente rural y que se
comparan con los de Chéjov (a quien yo no he leído), rara vez tienen un carácter lineal. Varios empiezan por
el medio de la historia, desde donde la autora nos guía hasta el origen para
comprender lo que pasa y hasta el final (en muchas ocasiones
abierto).
El primer cuento que leí
de Munro me emocionó como hacía mucho
que no hacía ningún libro. Ambientado en la época de la Depresión
y en una zona rural, en „Walker Brothers Cowboy“ Munro nos habla
de un padre, comerciante ambulante, que se lleva a sus hijos a
trabajar con él para que no molesten a su madre, aquejada de
jaqueca. Tras un incidente más que incómodo, se dirigen a la casa
de una antigua amiga. Allí beben y bailan. Y después, vuelven a
casa. Su hija, que es la narradora de la historia, sabe que hay cosas
que no debe contar.
La crisis de los años
treinta, que llevó a la pobreza absoluta a tantos agricultores y
granjeros en América (empeorada por la sequía que la siguió), es
un tema sobre el que me entristece leer, porque hizo
retroceder a una generación entera en su nivel de vida. Si a eso se
le añade la resignación y la nostalgia por otros tiempos, ese
„quién nos iba a decir“, el miedo a imaginar una vida que pudo
ser distinta... en fin, que me emocioné. Pero lo mejor sin duda
del cuento es que Munro no nos dice nada: nos describe escenas,
comportamientos, pero todo lo que hay detrás se lo guarda, y somos
nosotros los que lo intuimos.
Después de este
comienzo, pensé que todos los cuentos iban a gustarme al mismo
nivel. Lamentablemente, no ha sido así. Yo ya no estaba tan
sensible, y otros cuentos tocan otros temas que quizá no me hayan
emocionado tanto. Lo que tienen en común todos los cuentos son sus
personajes, casi siempre femeninos, interesantes, complejos,
imperfectos, que nos hacen intuir un mundo sorprendente tras la
sencilla apariencia de mujeres normales. Pero, claro, son tantos
cuentos, y las mujeres todas tan complejas, que tras muchas páginas
uno confunde los relatos, las circunstancias, creyendo (injustamente)
que todas las historias son, en el fondo, iguales.
Como creo que este último
juicio es injusto, os recomiendo a Munro con una de sus colecciones
de cuentos original (nada de antologías). Seguro que no os gustan
todos los cuentos, pero me apuesto lo que queráis a que con alguno
os escondéis la lágrima en un avión (como hice yo).
Ratita de laboratorio
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