Un buen amigo me regaló
este libro, del que había oído en la radio algunas de sus
„ventanas“, las cuales le habían gustado mucho. Yo ya conocía a
Eduardo Galeano y por eso no me sorprendió que hubiera escuchado
alguno de sus cuentos cortos y le hubieran encantado. En eso es
especialista, y le hace perfecto para un bonito regalo (como ya he
dicho alguna vez). Mi amigo leyó el libro en griego, yo se lo dejaré
en español a ver si así le gusta más. Ahora me toca a mí traducir
lo que escribió en la dedicatoria.
Eduardo Galeano tenía
ilusión por escribir un libro que José Borges pudiera ilustrar.
Según el prólogo, al contarle los cuentos, él empezó a dibujar.
Se publicó en el año 1993 y, como otros libros de Galeano, es una
recopilación de cuentos, reflexiones y leyendas. Algunas son mejores
que otras, y el diablo es protagonista de algunas. Su lectura se hace
amena por las ilustraciones, que se intercalan en los cuentos dando
una imagen a lo que Galeano nos cuenta.
Galeano escribe ventanas,
que son cuentos o reflexiones muy cortitas, e historias, que son
cuentos algo más largos. A mí me han gustado algunas historias
pero, sobre todo, las ventanas, porque en muy pocas palabras Galeano
nos dice mucho. Como ha hecho siempre.
Mejor que seguir dandoos
mi opinión, es que os deje como aperitivo algunas de sus ventanas.
La primera la escribo porque menciona Madrid, la segunda porque adoro
el sol en invierno. La tercera porque Galeano es de los que siempre
camina (e invita a caminar).
Ventana sobre las
prohibiciones
En la pared de una fonda
de Madrid, hay un cartel que dice: Prohibido el cante.
En la pared del
aeropuerto de Río de Janeiro, hay un cartel que dice: Prohibido
jugar con los carritos porta-valijas.
O sea: todavía hay gente
que canta, todavía hay gente que juega.
Ocurrió en el tiempo de
las noches largas y los vientos de hielo: una mañana floreció el
jazmín del Cabo, en el jardín de mi casa, y el aire frío se
impregnó de su aroma, y ese día también floreció el ciruelo y
despertaron las tortugas.
Fue un error, y poco
duró. Pero gracias al error, el jazmín, el ciruelo y las tortugas
pudieron creer que alguna vez se acabará el invierno. Y yo también.
Ventana sobre la utopía
Ella está en el
horizonte – dice Fernando Birri -. Me acerco dos pasos, ella se
aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos
más allá. Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré. ¿Para qué
sirve la utopía? Para eso sirve: para caminar.
Se lee fácil, poco a
poco, y tiene textos increíbles. Sin ser lo mejor que he leído de
Galeano, con este libro haréis un regalo estupendo. Como me hicieron
a mí.
Ratita de laboratorio
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