En una de mis visitas a
Madrid volvía a Alemania con la maleta medio vacía, así que
aproveché para llevarme este libro de casi mil páginas que
llevaba tiempo llamándome desde la estantería del salón. Mi padre,
mi hermana, mi cuñado se lo habían leído, y todos parecían
contentos... Así que le dí una oportunidad, venciendo la sospecha de que se trataba de una novela rosa ambientada (cómo no) en la Guerra Civil. Y no me arrepiento, a pesar de su peso y de que cada vez que lo sacaba en el tranvía la gente me miraba y me decía: "großes Buch...".
Antonio Muñoz Molina
publicó La noche de los tiempos en el año 2009. Miembro de
la RAE y exdirector del Instituto Cervantes, Muñoz Molina escribe
artículos de opinión que publica semana a semana en El País, con los que yo lo conocí. Es de Úbeda pero vive en Madrid, y en su último libro le hace tal
homenaje, que estoy deseando volver a mi ciudad y pasear por esos
lugares de los que habla para redescubrir, como Ignacio Abel, el Madrid
al que siempre vuelvo.
Ignacio Abel,
protagonista del libro, se nos presenta en Pensilvania, adonde le
lleva el exilio tras el comienzo de la Guerra Civil en España. Es
arquitecto y, hasta que se marchó, fue responsable de las obras de
la Ciudad Universitaria. Casado y con dos hijos, tan sólo un año
antes su vida se transforma al conocer a Judith Biely, una americana
más joven que él junto a la que conoce el amor y con la que vive
un romance extramatrimonial.
La narración de la
historia no es un simple flash-back, sino que tiene una estructura
en cierto modo circular: Muñoz Molina da saltos en el tiempo y vamos
conociendo a la vez al Ignacio Abel del presente, derrotado y triste,
y al de hace tan sólo un año, callado, secretamente ambicioso, que
descubre inesperadamente el amor, cuando ya había renunciado a él
al lado de su esposa. Ignacio Abel nos va desvelando detalles de lo
que ocurre ese año en su vida, de forma que vamos construyendo su
pasado un paso por delante del narrador del libro y, si uno lo
piensa, en el fondo en el libro no pasan muchas cosas. Hay cinco o
seis escenas que marcan la vida de Ignacio, pero el resto del libro
son recuerdos de la infancia, referencias a esos momentos álgidos de
la trama y descripciones, del ambiente y de ellos mismos, del Madrid
caótico previo a la Guerra y del interior convulso de los
personajes, atormentados, tristes, confundidos, que viven un romance
precioso en las circunstancias equivocadas.
Foto de Jesús de Miguel (Web oficial) |
Tengo que confesar que a
Muñoz Molina no lo tenía en mi lista de pendientes. Está vivo y,
por tanto, mis prejuicios le habían colocado en la categoría B de
los autores en español que conozco. Es por eso que me ha sorprendido
tanto la calidad del texto. Como ya he dicho (y como se escapa de mi
descripción del argumento), no cuenta una historia muy excepcional,
ni el libro está lleno de acción. Es la calidad
inmejorable de sus descripciones, de sus detalles, de los saltos en
la trama para que no nos aburra su inacción, la que le da más
valor al libro. No cuenta una historia original, pero disecciona tan
bien los sentimientos, explica de forma tan íntima, con una
intensidad tan fuerte cómo son, y lo que piensan los personajes que,
en fin, confieso que hacia el final, lloré.
Y no sólo es el
argumento, sino el escenario. Habla del Madrid previo a la Guerra, y
de la Ciudad Universitaria, proyecto monumental que ejemplifica lo
que quiso (y no pudo) ser la República para el pueblo y su
educación. Homenajea también a personajes reales, tratados (dicen)
injustamente por la Historia, como Negrín y Moreno Villa. Habla del
odio, la sinrazón, los fanatismos, los asesinatos indiscriminados
que no llevaban a ningún sitio y que hicieron posible la Guerra en
nuestro país.
La noche de los
tiempos no va a entrar en mi lista de imprescindibles: es quizá
demasiado clásico en su estilo y en su argumento para ello. Sin
embargo, es de esos pocos libros que uno no teme recomendar casi a
cualquiera: siendo una novela histórica, sobre la Guerra Civil, con
lo que tiene ese tema de interesante, tiene personajes de una
profundidad suficiente para emocionarnos y, como ya dije, describe de
tal forma los sentimientos que pone en palabras aquello que podremos
sentir, pero nunca explicar. Conozco muy pocos autores que, frase
tras frase, elijan la palabra, la sintaxis, el tiempo verbal perfecto
para cada detalle que nos cuentan. Así, página tras página, hasta
llegar a las mil. Si Papá Noel o los Reyes Magos no lo tienen muy
claro, aquí tienen un acierto casi seguro.
Como no sé si ésta será
mi última entrada del año, aprovecho para desearos Felices Fiestas
y un Feliz Año 2014. Es posible que nuestro blog cambie de cara con
la llegada del nuevo año: espero que os siga gustando y que sigamos
viéndonos por aquí el año que viene. Y, por supuesto, un saludo
especial para los que nos siguen: ya sois 19. Gracias.
Ratita de laboratorio
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