Retorno a Brideshead cuenta la historia de una familia inglesa aristocrática de principios del siglo XX. La narración se construye a través de un flash back. Charles Ryder, un militar en plena II Guerra Mundial, vuelve por casualidad a la casa de la familia Brideshead que él pudo conocer tan bien, convertida en un improvisado campamento para el Ejército. La visión de la mansión donde vivió tantas cosas le sirve para reconstruir sus recuerdos en torno a las personas que más influyeron en su vida, desde sus inicios hasta el final.
Ryder llega a Brideshead de la mano de Sebastian, el fascinante y complejo hijo menor de la familia, al que conoce en la universidad de Oxford y se convierte en su mentor. Con Sebastian y sus excentricidades, Ryder se lanza a exprimir los días de una etapa idílica en sus vidas. Sin preocupaciones económicas ni personales, ambos disfrutan juntos de viajes, aventuras, inacabables juergas nocturnas y largas conversaciones. Arrancan aquí las relaciones de Ryder con el resto de la familia: la devota madre, el despreocupado padre, el retraído hermano mayor, la inocente hermana menor y la hermana mayor, la ya fascinante Julia. A lo largo de la novela, Ryder irá conociendo a todos a partir de una relación con ellos que a veces se interrumpe pero que le marca inevitablemente en todas sus etapas.
Jeremy Irons interpretó a Ryder en la serie de la BBC
No profundizaré demasiado en el argumento porque uno de los grandes atractivos de este libro es vivir la relación con los Brideshead exactamente al mismo tiempo que el protagonista, Charles Ryder, que evoluciona a lo largo de la novela al ritmo de los cambios en sus vínculos con la familia. Pero sí avanzaré que la temática del libro también sufre una transformación según pasan las páginas. Retorno a Brideshead es más, mucho más, de lo que sugieren los primeros capítulos.
El arranque es el recuerdo idealizado de una especie de paraíso perdido. Waugh, perteneciente también a la clase alta inglesa, retrata el mundo despreocupado de una aristocracia que aunque muestra ya signos de decadencia, vive todavía días de esplendor. Es la descripción de un mundo inocente y frívolo y ya desparecido, como nos indica ese Ryder que lo evoca vestido de uniforme. Waugh no puede evitar utilizar su tono irónico al referirse a algunas situaciones y personajes excéntricos, como el padre de Ryder, pero aunque en muchas escenas se da ese tono distanciado, se adivina en otras un poso de melancolía y añoranza por una Arcadia que ya no existe.
Al tiempo que Ryder va intimando con los Brideshead, y pasa de ser un joven descubriendo la vida a un adulto buscando su sitio, aumenta la profundidad del libro y los temas se amplían. De la crítica más o menos velada a la obsesión por las buenas maneras se pasa a un análisis más profundo de sus motivaciones, hasta que la religión y su influencia en cada personaje se convierten en el eje de la obra. Hay dos momentos cumbre, que Waugh que a punto estuvo de eliminar porque, decía, rompían el ritmo: dos monólogos, de Julia y de lord Marchmain, pronunciados en momentos clave de sus vidas, con reflexiones hechas a partir de una lucha interior entre sus creencias y sus deseos. Se adivina que ahí está la esencia de lo que Waugh, que terminó convirtiéndose al catolicismo, nos quiere contar: convicciones que se tambalean en ciertos momentos, creencias que nacen y se apagan... la fe descrita como algo esencial pero frágil, capaz de determinar nuestras vidas para bien y, también, para mal. Pero aunque la religión y su tormentosa relación con los protagonistas sea un tema esencial en esta obra, hay muchos más asuntos y momentos que le dan valor. El humor que se le escapa a Waugh incluso en las páginas más dramáticas, su capacidad para pasar de lo mordaz a la ternura en otras, la forma excepcional en que maneja la historia, la vida que late en cada personaje... Merece ser leído por muchos motivos, y permite muchas, muchas más lecturas que ésta.
Ratita presumida
me entusiasmo mucho gracias por la referencia
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