domingo, 17 de junio de 2012

Antología de José Hierro

José Hierro ha sido noticia porque se cumplen diez años de su muerte y noventa desde su nacimiento. Se han publicado reseñas, reportajes... pero lo que se me quedó grabado, un poquito antes de empezar a leerme esta antología, fue un fragmento de una entrevista que le hizo hace años Sánchez Dragó en la que le preguntaba sobre su teoría de que es posible llegar, a partir del dolor, a la alegría, recordando uno de sus poemas más famosos. Hierro se lo explicaba con palabras muy parecidas a las que emplea en estos versos:

Llegué por el dolor a la alegría / supe que por el dolor que el alma existe / por el dolor, allá en mi reino triste / un misterioso sol amanecía



A Hierro le tocó vivir la guerra civil siendo muy joven, y fue encarcelado durante doce años por sus actividades políticas. Habla de esos años y de lo que fue de su país en sus primeros libros, y por ello se le sitúa en la Generación de los 50 o generación de los niños de la guerra. Como sus compañeros, Hierro supedita el estilo a la comprensión del poema y retrata a la sociedad que le rodea. Gracias a eso, los poemas de Hierro son fáciles de entender para el lector poco aficionado a la poesía: escribe metáforas maravillosas, pero no es difícil adivinar su significado. Sin embargo, aunque hay, y mucha, denuncia social, Hierro se aleja de sus colegas porque su fin no es sólo el combate y la denuncia. En sus poemas late un intimismo y una hondura mayor, que trasciende las tristes circunstancias que le acompañan. El entorno que le rodea aparece en sus libros, pero le sirve para cantar que hay mucho más detrás, y al hablar de la muerte, la libertad y el dolor habla, al final, de sentimientos universales que no se quedan anclados al momento que a él le tocó vivir. Así, Hierro relata en uno de sus libros sus años de prisión, pero lo hace para ensalzar la libertad y la vida que está detrás de esos muros. Y en el primero, Tierra sin nosotros, alude a la España de posguerra y a lo que se ha perdido, pero en él se adivina que, pese a todo, Hierro cree en la vida, en un mundo que volverá a reconocer como suyo en algún momento.

Como sus compañeros de generación apela a la lucha, pero es una lucha por mantenerse vivos, con todo lo que esa palabra significa. Canta contra la costumbre, contra los momentos repetidos, contra la "serenidad", como en estos versos:

Almas claras. Ojos despiertos. / Oídos llenos de la música / del dolor. Los dedos felices, /aunque los hieran las agudas / espinas. Todo el sabor agrio / de la vida, en la lengua. 

Desde la prisión, desde el "dolor" del que habla tantas veces, desde el sufrimiento, recuerda el mar, convertido en metáfora de la vida, de la libertad y del mundo, y apela a sentirse vivos, a vivir intensa y apasionadamente, porque sufrir es también vivir, y sólo morimos cuando nos llenamos "de sueño el alma" y la "rodeamos de bruma".



Los que fueron, seguramente, los años más angustiosos de su vida, están llenos de fe en ella. Nos anima a levantarnos, porque las dificultades y el dolor son señales de que vivimos y sentimos, y para él sólo esto es motivo para estar felices. Felices de "ser":

Pero estoy aquí. Me muevo / vivo. Me llamo José / Hierro. Alegría (Alegría que está caída a mis pies). / Nada en orden. Todo roto / a punto de ya no ser. / Pero toco la alegría, / porque aunque todo esté muerto / yo aún estoy vivo y lo sé. 

En toda su obra se adivina este amor a la vida, a sus momentos, y hay ese llamamiento a despertar y a no dejarnos llevar por la costumbre. En los últimos, el vitalismo de los primeros años se apaga en algo y aparece el pasado, los paseos de un José Hierro que se acuerda y no se acuerda de quien fue, y que recuerda a su padre, en el campo, mientras camina por Nueva York. Hay poemas que se acercan al surrealismo, y poemas dedicados al instante presente y al proceso de la creación, con reflexiones sobre lo imposible de desmenuzar en palabras lo que ve y siente el poeta. Cambia el tono, pero sigue siendo el mismo Hierro, que se dirige con humildad al lector, reconociendo sus carencias, hablándole de sí mismo mientras se declara "cansado, muy cansado" e intenta entender un mundo que poco a poco deja de reconocer como suyo. Pero, aunque difuminado, no desaparece el mensaje principal que fue intercalando en toda su obra. La pasión por la vida tal cual es; por la vida con todo lo que significa, por el momento presente. Con dolor. Con alegría.

Ratita presumida

2 comentarios:

  1. Yo descubrí a José Hierro gracias al poema de Fe de vida y, buscando el libro de Alegría, terminé también leyendo su Antología. Sin embargo, no sé si es la mejor forma de acercarse a un poeta porque, al menos en este caso, se trata de un libro más bien largo.

    Excelentes los versos elegidos para la crítica.

    Dejo el poema entero:

    Fe de vida

    Sé que el invierno está aquí,
    detrás de esa puerta. Sé
    que si ahora saliese fuera
    lo hallaría todo muerto,
    luchando por renacer.
    Sé que si busco una rama
    no la encontraré.
    Sé que si busco una mano
    que me salve del olvido
    no la encontraré.
    Sé que si busco al que fui
    no lo encontraré.
    Pero estoy aquí. Me muevo,
    vivo. Me llamo José
    Hierro. Alegría. (Alegría
    que está caída a mis pies).
    Nada en orden. Todo roto,
    a punto de ya no ser.

    Pero toco la alegría,
    porque aunque todo esté muerto
    yo aún estoy vivo y lo sé.

    José Hierro

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  2. Es tremendo este poema, por algo es el más conocido... y resume perfectamente lo que pensaba, desde el título hasta el final. Aunque tiene en este libro y otros poemas igual de impresionantes. A leerlo!

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