A raíz de la lectura de la Antología del 27 de la editorial Alba, me apetecía leer algo más de Concha Méndez. La editorial Torremozas, especialista en poesía de mujeres, tenía varias opciones de ella y de otras escritoras de esa época. Comentamos en la Feria del Libro de Madrid que, en general, a las Sinsombrero hay que leerlas más.
Méndez publicó Canciones de mar y tierra en 1930. Luchó por viajar y ser escritora en contra de los deseos de su familia. Junto a su marido Manuel Altolaguirre, editó a poetas de la generación del 27 y formó parte del grupo también desde la amistad. Se exilió en México tras la Guerra Civil.
Me ha gustado mucho Canciones de mar y tierra: por su optimismo, por la esperanza y las ganas de vivir que refleja. Méndez se marcha a Argentina y publica allí una obra donde habla de sus viajes y de sus estancias en otros países. De los trayectos, de la playa y, sobre todo, del mar. A través de las dedicatorias, adivinamos relaciones y amistades con muchos miembros del paisaje cultural de la época, tanto de España como de otros países. Y los textos están acompañados por las ilustraciones de Norah Borges, que también ilustraron la edición original.
El título del prólogo es una frase de Concha Méndez: Yo he nacido para ser feliz. Que transmite ese optimismo que leemos en sus poemas de juventud, cuando se propone aprovechar toda oportunidad para viajar y conocer otros mundos.
Os dejo su poema Navegar:
Duele leer estos poemas tan felices sabiendo lo que les esperaba a toda una generación: la guerra, el exilio y, en el caso de Concha, la muerte de un hijo. Por eso me gustan más esos poemas, porque hablan desde la ignorancia de lo que le traería el futuro. Lo bonito es que reflejan un carácter muy optimista: estoy segura de que le ayudó a navegar por la vida a pesar de las tormentas.
Concha Méndez es absolutamente recomendable.
Ratita de laboratorio

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