jueves, 25 de junio de 2020

Lo raro es vivir, de Carmen Martín Gaite

Tanto me gustó la primera novela que leí de Carmen Martín Gaite que ya me he terminado la segunda en circunstancias nada fáciles. La elegida ha sido Lo raro es vivir, y aunque no me ha entusiasmado tanto como Nubosidad variable, también me ha parecido maravillosa. Me encanta el tono de Martín Gaite, su intimismo, la forma de contar lo más profundo que nos guardamos dentro. Y sus personajes femeninos: tan complejos, con esos fogonazos que lanza la autora sobre su pasado, retales que se anudan y se desatan continuamente en su cabeza entre sus páginas.

La protagonista de Lo raro es vivir es Águeda, una mujer en la treintena que Martín Gaite nos presenta en un momento complicado: su madre ha muerto hace poco y esa pérdida planeará sobre toda la novela. Martín Gaite nos relata su rutina durante unos días de verano en Madrid: es un periodo confuso de su vida y esa confusión se percibe en su deambular por el centro de la ciudad sin rumbo fijo, en la tesis sobre un tema que le apasiona y que nunca arranca a escribir, en sus mentiras a quienes más quiere y a completos desconocidos, en los recados pendientes, en su insomnio y la sensación de irrealidad que le produce. Martín Gaite utiliza el recurso de la muerte de su madre, aún no asimilada por su protagonista, como contrapunto a ese vivir sin rumbo de la protagonista, que aún lidia con fantasmas de su pasado, que fantasea romper con su presente y que parece incómoda en todas partes.

El desorden de los días de Águeda, con sus llamadas sin respuesta y sus despertares sin saber qué día es se corresponde con el hilo de sus pensamientos, enredados, asociados unos con otros aunque aparentemente no tengan relación. Martín Gaite enfatiza las coincidencias, la forma en que asoman en momentos aparentemente anodinos recuerdos sobre momentos cruciales del pasado que en ese instante no lo parecieron tanto. El eje de esas continuas ideas y venidas es el del título y tema de la obra: lo raro es vivir, no morir. Así lo dice la protagonista en uno de los mejores fragmentos del libro:

Es que todo es muy raro, en cuanto te fijas un poco. Lo raro es vivir. Que estemos aquí sentados, que hablemos y se nos oiga, poner una frase detrás de otra sin mirar ningún libro, que no nos duela nada, que lo que bebemos entre por el camino que es y sepa cuándo tiene que torcer, que nos alimente el aire y a otros ya no, que según el antojo de las vísceras nos den ganas de hacer una cosa o la contraria y que de esas ganas dependa a lo mejor el destino, es mucho a la vez, tú, no se abarca, y lo más raro es que lo encontramos normal.

Águeda vive esos extraños días de verano siendo consciente de esa rareza, alentada por la reciente muerte de su madre y lo mucho, como siempre ocurre, que les quedó por decir. Martín Gaite esboza levemente el porqué de ese distanciamiento, a través del padre, de una íntima amiga de su madre y sobre todo de un clarificador encuentro con el abuelo. Entre tanto, la protagonista entrelaza sus reflexiones con el tema de su tesis y con el recuerdo de lejanas lecturas -la Divina Comedia- y sueños de adolescencia. El lector no puede evitar reconocerse en ese extrañamiento que a veces nos sorprende en nuestro día a día. Sí, lo raro es vivir.

Ratita presumida

No hay comentarios:

Publicar un comentario