viernes, 30 de marzo de 2012

Tirano Banderas, de Ramón del Valle-Inclán

Tirano Banderas, o algún libro de Valle-Inclán, eran desde hace tiempo una asignatura pendiente para mí, por haber estudiado al autor como uno de los más emblemáticos de la literatura de nuestro país. Por fin me decidí a empezar este libro, sin saber de qué iba y con previo aviso de que no era fácil de leer. Y la verdad es que me ha encantado.



Valle-Inclán publicó Tirano Banderas en el año 1926, y es un libro representativo del esperpento y de la novela del dictador. El esperpento es un estilo literario, como él decía, en el que se define a los personajes a partir de su rasgo más característico, que se exagera hasta el ridículo, transformando a los personajes en caricaturas de sí mismos. Así, Valle-Inclán retrata la realidad española de principios de siglo exagerándola, ridiculizándola e ironizando sobre ella, con la intención de que la sociedad, al ver su reflejo deformado en el espejo cóncavo que representan sus obras, recapacite y cambie.

La novela del dictador es un género donde el argumento gira en torno a un dictador latinoamericano, real o ficticio, y el ambiente que se crea alrededor de su figura, donde el miedo y la falta de libertad marcan los destinos del resto de los personajes. El hecho de que un autor español escriba una obra de este género, típicamente latinoamericano, se explica por los viajes trasatlánticos del escritor, y le da un simbolismo especial al libro por reflejar la influencia que México ejerció sobre él.

Tirano Banderas es el apodo de Santos Banderas, dictador de Santa Fe de Tierra Firme, país imaginario en el que transcurre la acción y que está inspirado en México. El apodo de tirano está más que justificado porque el dictador es cruel e implacable, y casi no se le descubren otras cualidades o defectos a lo largo de toda la obra. El autor no nos cuenta en ningún momento cómo el niño Santos llega al poder, porque no le interesa: sólo busca realizar un retrato de su persona a base de escenas cortas y concretas donde, sin dejar de mascar coca, deja entrever su falta de humanidad. Además de al dictador, Valle-Inclán retrata todos los estamentos de la sociedad latinoamericana en las circunstancias históricas que describe: el grupo de Generales que vive por / para el dictador, al que ayudan a permanecer en el poder por temor a sus represalias; los revolucionarios, que organizan rebeliones para intentar tumbar al dictador; los indios, cuyos derechos siguen siendo inexistentes tras la descolonización del país; las prostitutas, los criados, los feriantes y, excepcionalmente y por tratarse de un escritor español, la colonia española del país y el Cuerpo Diplomático.

Como aspecto „negativo“ del libro (y las comillas son correctas) diría que a veces resulta difícil de leer por la cantidad de palabras latinoamericanas que utiliza, o de un lenguaje culto que, yo por lo menos, no conocía. Es una pena no poder comprender exactamente sus descripciones, porque los adjetivos que utiliza le dan una gran riqueza al texto, y se nota que las palabras que utiliza están elegidas al detalle, para dar matices de ironía o de burla a la obra que se pierden si no se entienden y no se buscan en el diccionario. A pesar de todo, como el ritmo del libro es muy rápido, no se hace tan pesado de leer.

La verdad es que lo que más me ha asustado del libro es que está de rotunda actualidad. A pesar de que fue escrito hace casi 100 años, siguen existiendo dictadores en el mundo, y revolucionarios que luchan contra ellos, y diplomáticos (ojo a la crítica que hace de ellos: bestial) que sólo se preocupan de apoyar a unos o a otros en función del beneficio que obtengan sus países de origen.

Os recomiendo el libro si os presentáis este año a Selectividad, pero también lo defino como imprescindible para los seguidores de la literatura clásica española. Por último, y sin llamar a nadie a la revolución ni a la conversión, os dejo una frase para pensar, puesta en labios de un rebelde detenido por la policía de Banderas tras realizar un mitin en favor de la democracia:

„Hay que considerar la vida como una simiente sagrada que se nos da para que la hagamos fructificar en beneficio de todos los hombres“.

Fructifiquemos, pues, merito y sin fregarla.

Ratita de laboratorio

No hay comentarios:

Publicar un comentario