lunes, 23 de enero de 2012

El mapa y el territorio, de Michel Houellebecq

La lectura del nuevo libro de Houellebecq, El mapa y el territorio, publicado en 2011 y ganador del Premio Goncourt del mismo año, me ha producido una grata sorpresa. Sorpresa porque empecé la obra suponiendo que iba a decepcionarme, que el declive del autor que intuí en su penúltima novela, La posibilidad de una isla, iba a hacerse más notorio en este libro, y la terminé satisfecha al sentir recompensada mi fidelidad a este autor una vez más. Y sorpresa también por su falta de sexo, al que se alude en varias ocasiones pero del que falta una escena descrita como pocos autores se atreven a hacer, pornográfica como sólo algunas películas pueden ser, y que consiguen sonrojarnos, o que cerremos el libro si vamos en un transporte público por miedo a que el viajero de al lado mire por encima de nuestro hombro y nos considere, al ver lo que leemos, un ser lujurioso y ávido de aventura...



El mapa y el territorio es la biografía de un artista, en la que el autor nos describe la trayectoria profesional de un pintor que consigue alcanzar el éxito con su arte. Houellebecq combina las valoraciones de su obra con escenas de su vida personal, que influye en sus cambios de estilo. El pintor tuvo una infancia difícil, marcada por la muerte de su madre y por la falta de comunicación con su padre; una bonita relación amorosa, que le llega de casualidad y que no valora como debe; y un talento reconocido que nunca supo explicar, y que evoluciona a base de impulsos cuyo control ansía su galerista.

Houellebecq no rompe en esta obra con su estilo de siempre, sino que lo perfecciona. La trama del libro, dividido en cuatro partes, empieza por el medio de la vida del autor, y da continuamente saltos en el tiempo. El narrador se adelanta a los acontecimientos situándose en el futuro, y retrocede desde allí al pasado con flash-backs que nos facilitan la presentación y comprensión de los personajes que aparecen. En la obra se transcriben fragmentos de Wikipedia, y críticas de arte redactadas por expertos imaginarios que no saben de lo que hablan. También se introducen como personajes a escritores neuróticos que creíamos conocer, con los que el autor consigue crear una especial complicidad con el lector, demostrando que Houellebecq nunca perdió el sentido del humor, a pesar de todo.

El escritor da también otra vuelta de tuerca a sus habituales críticas a la sociedad: desde sus comienzos literarios ha acusado al género humano de su falta de moralidad, y de cómo ha evolucionado hasta perder sus valores esenciales. Houellebecq describe en sus obras al hombre actual con una sensación constante y angustiosa de soledad y desorientación, con la que intenta llamarnos la atención sobre el punto de no retorno en el que se encuentra la sociedad occidental. Porque la crítica de Houellebecq ya no cuenta lo que pasa ahora, sino lo que va a pasar después, y ya no busca remover conciencias para luchar por un mundo mejor, sino que ha renunciado a la salvación y da por perdida la posibilidad de redención para la humanidad. Así, pasa de la crítica a la resignación, y nos muestra una obra deprimente y falta de esperanza. Es por eso que en su último libro ya no hay personajes que buscan en el sexo su último consuelo en una vida vacía y sin objetivos, sino personajes que ya no buscan nada porque no hay nada que encontrar. Con todo, nos presenta a algunas personas íntegras, que nos demuestran que la excepción confirma la regla, pero que no dejan de representar roles decadentes de la sociedad, como el policía hastiado que sustituye a un hijo por un perro o la rusa guapa que busca en París una ciudad que hace mucho que dejó de existir. Interesante y novedoso es, sin embargo, el pronóstico que hace de la evolución de Francia en el futuro, donde destaca la importancia creciente de la Francia rural en la economía del país.

A pesar de lo que me ha gustado El mapa y el territorio recomiendo a lectores noveles en cuestiones houellebecquianas que lo intenten primero con Las partículas elementales. No sé si por ser el primer libro suyo que leí, o porque realmente es bueno, pero ninguna de sus obras posteriores o anteriores han provocado mayor impacto en mí como ese libro. Quizás, y es una opinión, esta obra, junto a la que da título a esta entrada, forman un perfecto tándem que nos da idea de cómo fue y es este autor, y que nos da pistas de cómo será. Así, si ninguno de los dos libros os entusiasma podéis saltar a la entrada siguiente y dejar este autor para otros lectores con más estómago, a los que no les importe deprimirse de vez en cuando leyendo pasajes que confirman aquello de que este mundo no puede seguir así.

Ratita de laboratorio

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