domingo, 5 de agosto de 2018

Libro de versos de Álvaro de Campos, de Fernando Pessoa

Tras Bernardo Soares y Alberto Caeiro, los heterónimos que ya conocía de Fernando Pessoa, busqué una obra para leer de Álvaro de Campos. De Campos es el heterónimo de Pessoa más conocido, y también quizá el más prolífico. Su vida y su muerte fueron imaginadas por el autor, y hasta su literatura y su temática evoluciona a lo largo de su „vida“. Tanto escribió y tan distinto, que fue difícil decidirme por una obra. Pero los Reyes Magos me trajeron una Antología de Visor de Poesía (en versión bilingüe) que, con mil páginas (quinientas en realidad, pues los poemas aparecen duplicados en los dos idiomas), ha resultado ser una maravilla.

Decía el prólogo de este Libro de versos que, al igual que Soares es cuasi-Pessoa, y Caeiro era el maestro, de Campos es quien a Pessoa le hubiera gustado ser. En sus labios puso críticas a autores contemporáneos suyos, como si dijera lo que él mismo temía decir, y sobre todo en sus primeros versos rebosa deseos de vivir, de viajar, de sentir, que le hacen mucho más atrevido que a su „padre“. Álvaro de Campos quiere sentir todo lo posible, experimentar todas las sensaciones que pueda, para concentrar el universo en sí mismo, para conocer a toda la humanidad. Él era ingeniero naval, y escribió mucho, pero sólo fue publicada en vida de su autor una pequena parte de su obra. Por eso publicar a Pessoa requiere estudio, respeto, interpretación: a su muerte dejó su obra sin ordenar y son sus expertos los que deciden cómo creen que hubiera publicado Pessoa los versos que nos ocupan.

Pessoa en Lisboa (trip advisor)
Esta Antología fue compuesta y ordenada por Teresa Rita Lopes, que identifica cuatro etapas en la escritura de Álvaro de Campos: el ingeniero decadente, el sensacionista, el metafísico y el aposentado. Se diferencian bien: de Campos habla de viajar y sentir en sus primeros poemas, para luego acercarse a Soares en su incapacidad de vivir, y en ese pessoano sentirse ajeno a la vida. Por último, de Campos nos habla del cansancio.

No sé si es mi capacidad de empatía lo que me hace sentir debilidad por Pessoa, o ese deseo tan mío de sentirme cerca de los demás, a veces tan difícil con estas vidas de apariencia y superficialidad que llevamos. Ese ritmo, y ese deseo de supervivencia también que nos hace olvidar que como seres racionales debemos buscar y discutir sobre el sentido (o no) de la vida. Cuando de Campos habla de que somos barcos, o de la ventana por la que observa el estanco, siento pena, por él y su pesimismo, pero también admiración por poner palabras a sentimientos no tan ajenos a todos nosotros. Quizá me haya gustado de Campos también por esos poemas sobre la ciudad de Lisboa, símbolo de su infancia anorada, por esas palabras sobre la ciudad a la que vuelve que ya no es la que era, como no lo es él mismo, porque al volver ni la ciudad ni la persona son ya como eran al marchar.

Os dejo varios fragmentos, de distintas etapas y poemas. Por supuesto, leed Estanco, u Oda marítima, o cualquier poema que hable de Lisboa y de los viajes, la marcha y la llegada. Si esta Antología es demasiado larga probad con alguna más corta: leer el Libro de versos que he leído yo es quizá un poco exagerado si no os gusta mucho la poesía, o Pessoa en sí, pero si os decidís la verdad es que es tan variado que casi seguro os identificáis con alguno de los poemas.

Salutación a Walt Whiltmann (fragmento)
Abran, abran todas las ventanas!
Tiren abajo todas las puertas!
Empujen la casa sobre mí!
Quiero vivir libre en el aire,
quiero gesticular fuera de mi cuerpo,
quiero escurrir como la lluvia por las paredes,
quiero ser pisado en las calles largas como las piedras,
quiero descender, como las cosas pesadas, hacia el fondo de los mares,
con una voluptuosidad ajena a mí!

Oda marítima (fragmento sobre el miedo y la ilusión de partir)
Ah, la frialdad de las mananas en que se arriba
y la palidez de las mananas en que uno parte,
cuando nuestras entranas se encogen
y una vaga sensación parecida al miedo
(el miedo ancestral de alejarse y partir,
el misterioso recelo ancestral de la Llegada y lo Nuevo)
nos encoge la piel y nos acongoja
y todo nuestro cuerpo siente angustiado,
como si fuese nuestra alma,
unas inexplicables ganas de poder sentir esto de otra manera;
una nostalgia por algo,
una perturbación de afectos por no se saber qué vaga Patria,
a qué costa, a qué barco, a qué muelle?
Que nos enferma el pensamiento,
y sólo queda un gran vacío dentro de nosotros,
una hueca saciedad de minutos marítimos,
y una ansiedad desvaída parecida al tedio o al dolor
si se supiese cómo serlo...

Poema
Qué es lo que somos? Barcos que pasan uno tras otro en la noche,
cada uno la vida de las líneas de vigía iluminadas
y cada cual sólo sabiendo del otro que hay vida dentro de él.
Barcos que se alejan como puntos de luz en la oscuridad,
cada uno indeciso disminuyendo en cada lado
y todo lo demás es la noche callada y el frío que asciende del mar.


Ratita de laboratorio

fachada - Casa Fernando Pessoa en Lisboa
PD: éste no es un blog de viajes, y por eso no os recomendaré visitar Lisboa. Pero la lectura de esta antología coincidió con una visita a la capital portuguesa, y no puedo obviar en este post la que fue una de las (muchas) gratas sorpresas del viaje: la Casa de Fernando Pessoa. Este museo, situado en la que fue una de sus casas, guarda en su interior mucho más que objetos del autor y exposiciones sobre él. La biblioteca privada de Pessoa fue escaneada, y se pueden consultar las obras que leía y lo que anotaba. Además se pueden encontrar todos los libros que escribió Pessoa, en varios idiomas, y los que se han escrito sobre él. Allí encontraréis a personas que, como Ricardo, os hablarán entusiasmados de este autor: cuando supo que éramos de Madrid nos habló de Iberia, y de Ángel Crespo, nos mostró el catálogo de una exposición sobre él del Museo Reina Sofía. Nosotras buceamos en sus libros, compramos un marcapáginas, consultamos la correspondencia de Pessoa con su querida Ofelia.

Ojalá muchas casas de artistas dieran el siguiente paso y dejaran de ser museos para convertirse en centros culturales, e invirtieran no tanto en souvenirs sino en despertar el interés de los visitantes, para llevarnos de las ciudades, además de recuerdos, proyectos de lectura. Para desear volver a Lisboa y verla con los ojos del autor, visitar su puerto y el Chiado, tomar un café, y sentir saudade en una tarde de lluvia. Para querer volver a compartir con buenas amigas las cenas y las risas, llevándose cada una el (su) mejor souvenir de Lisboa. Sin complejos.

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