Hace ya tiempo que vivo en Alemania,
país al que me une un vínculo especial. Alemania se avergüenza
de su pasado, pero no es la única nación con campos de
concentración en su Historia, aunque se hable más de unos que de
otros. ¿No son todas las víctimas iguales? Y los totalitarismos, ¿no
son también todos malos, sin importar a qué lado de la política se
sitúen? Por eso, porque no sólo en Alemania se mató a sus
ciudadanos por su raza, opinión política o capricho del destino,
decidí leer a Solzhenitsyn, y así agradecerle de una humilde manera
que se jugara la vida escribiendo esta obra monumental por la que fue
deportado de la URSS. La leí hace mucho (también tardé mucho),
pero hay libros que siempre merecieron un hueco en el blog.