lunes, 23 de septiembre de 2019

El arte de la resurrección, de Hernán Rivera Letelier

El arte de la resurrección fue un regalo que no conocía. De Letelier, escritor conocido chileno, El arte de la resurrección habla de El Cristo de Elqui, un predicador que se autodefine como reencarnación de Cristo, y que existió en la realidad. Su ambientación en las tierras del desierto de Atacama, en el norte de Chile, fue el motivo de su elección.


Rivera Letelier publicó El arte de la resurrección en 2010, y ganó el Premio Alfaguara. Letelier se crió en el norte de Chile, en una oficina salitrera y en Antofagasta. Él mismo trabajó en una mina, y ya adulto decidió estudiar y escribir, para intentar vivir de "contar historias". Muchas de sus novelas están ambientadas en el norte de Chile, como la que hoy nos ocupa.

El Cristo de Elqui fue un campesino que se creyó la reencarnación de Jesucristo, y que existió de verdad. Letelier le hace protagonista de El arte de la resurrección, y nos cuenta a través de sus recuerdos sus comienzos como predicador. Él no tiene dinero, y vive de lo que le dan los demás, allá por donde pasa para predicar su palabra, particular y que la Iglesia no termina de aceptar. 
Rivera Letelier (wikipedia)

El Cristo de Elqui se siente solo, y suena con encontrar una mujer que le acompane y le siga en sus predicaciones. Oye hablar de Magalena, una prostituta de la oficina Providencia, adonde se dirige en tren y andando por el desierto para encontrarla y convencerla de que le siga. Por entonces los obreros de la mina están haciendo huelga, y ven la llegada de El Cristo como una amenaza.

Rivera Letelier habla de las minas salitreras y de la vida dura de sus obreros, realidad que él conoce, pero desde el humor. Los paisajes y el ambiente que describe son duros, porque Rivera Letelier habla de la huelga, de las condiciones de trabajo duras, de los precios exorbitados de los artículos de las tiendas. Pero también nos hace reír con un predicador que intenta volar, y que acepta su falta de éxito con deportividad. A mí me ha costado sentirme identificada con El Cristo, y por eso creo que no recomendaré esta novela. Pero sí creo que volveré a leer a Letelier, con otra historia, quizá con La contadora de películas: también ambientada en el desierto chileno, tiene un argumento menos satírico y probablemente me guste más.


Ratita de laboratorio

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