viernes, 21 de junio de 2019

El Proceso, Der Prozess, de Franz Kafka

Leí hace tiempo un cuento de Kafka, y descubrí que no era tan difícil de entender en alemán. Me prometí leer una novela suya algún día, y la elegida fue El Proceso. A ratos el agobio de k. y la imposibilidad de avance en el proceso puede parecer hasta cómico, pero Kafka no busca hacer reír en la lucha de Josef con la burocracia, sino representar al hombre moderno y cómo su libertad y capacidad de maniobra es reducida a la nada por el sistema. O eso creo.



El Proceso se publicó de forma póstuma en 1925, un anyo después de la muerte de su autor. La dejó sin terminar, pero como es un capítulo central el que queda a medias, tiene final. Escrita en 1914, unos leen en ella la inevitabilidad de la Guerra, otros la imposición de las dictaduras, y otros lo que es: la lucha de un hombre en contra de la burocracia de la justicia.

Josef k. es sacado un día de su dormitorio para informarle de que va a ser procesado. Nunca nos queda claro cuál es el motivo (ni el apellido del protagonista), pero por ello creemos a Josef cuando dice que es inocente. Pero esto es un detalle insignificante para el proceso que comienza.

Kafka (el mundo)
K. debe iniciar ciertos trámites para agilizar su proceso, o para que comience, y no se lo toma muy en serio. No sabemos si es ignorante, o si no le da importancia, o si es superficial y le incomoda ocuparse de algo tan tedioso y por eso se refugia en las mujeres e ignora su problema.

Pero el proceso sigue su curso, y termina preocupándole. ¿Cuáles serán las consecuencias si no hace nada? ¿Y si hace algo? ¿Y si ese algo sale mal? Va pidiendo ayuda, dejándose aconsejar, con miedo a cada paso de haber metido la pata y haber empeorado aún más una situación de por sí surrealista. Porque él no ha hecho nada: Josef sólo quiere solucionar su proceso, o dejar que se solucione, pero no le dejan. 

Esta obra inacabada de Kafka, quizá diga mucho de él. Sin creer que todo es metáfora, habla de lo que nos impide avanzar en nuestro camino, quién sabe si el destino, o las apariencias, o la burocracia real. De cómo uno puede intentar huir o ignorar los problemas, y de cómo éstos pueden terminar cambiando nuestra vida, porque el sistema (o la política, o la sociedad, o lo que queramos ver en el símbolo de la justicia) no nos deja respirar. Para mí, Kafka defiende en esta novela la libertad individual, y la capacidad perdida de vivir al margen del mundo (y de sus problemas) que nos rodea. Porque demasiado a menudo, la sociedad y la época que nos toca vivir termina irrumpiendo en nuestra realidad y marcando el rumbo de nuestras vidas.

Ratita de laboratorio

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