lunes, 20 de mayo de 2019

Lost in Translation, Extraña para mí, de Eva Hoffman

Leí en un artículo sobre esta autobiografía de Hoffman, con el mismo título en inglés que la película de Coppola, Lost in Translation. Se aludía a ella como referencia en la literatura del desarraigo, y su descripción particular de su asimilación del inglés, idioma en el que termina escribiendo literatura. Cómo una joven polaca, de 13 años, y judía, llega a ser crítica de libros del New York Times? Cuál es el proceso? A mí por mis circunstancias (sin quererme comparar), me interesaba este punto: yo nunca llegaré a escribir cuentos en alemán, a pesar de que hago mis pinitos con textos creativos. O sí? Cómo y, sobre todo, por qué lo ha conseguido Hoffman?


Hoffman publicó Lost in Translation en 1989. Se tradujo al castellano en 2018.


Hoffman era feliz en Polonia. Sabía tocar el piano, y tenía amigos, familia, un tejido social en el que estaba bien. Tenía unas referencias, un ambiente conocido, y cuando lo abandona para marcharse a Canadá, sufre mucho. Su pasado queda atrás, su infancia, y cuando su nombre de pila, Ewa, pasa a ser Eva, se divide en dos.

Quizá sea la edad a la que emigró lo que haya hecho difícil la integración a Hoffman: con 13 años, es difícil definir dónde empiezan los problemas culturales y dónde los de la adolescencia. Quizá también Hoffman lo exagere, para que dudemos de ella, para que creamos que es su circunstancia particular. Pero nos preguntamos: y si hubiera sido adolescente en Cracovia? Se habría sentido más comprendida? Y, sobre todo, qué significa la integración? Perder la capacidad crítica?

Eva (Ewa) Hoffman (Báltica)
Hoffman pasa durante su proceso de adaptación (que puede durar toda una vida, o no terminar nunca) por la etapa de idealización: su país de origen implica su infancia, y la recuerda, como muchos recuerdan sus años de niñez, con gran añoranza. Pero esa idealización es peligrosa: no puede vivir imaginando cómo sería su vida en Cracovia, no puede ser siempre dos personas. O sí?

Lo más interesante para mí del libro es el proceso de aprendizaje de la lengua: maravillosa la descripción de ciertos procesos como la simplificación de los sentimientos, o de los problemas, porque no se conocen las palabras, o los matices para explicarlos. Y esa dualidad que crea el nuevo idioma que hace dividir el carácter: ser más tímida en otra lengua, la pérdida de espontaneidad por no evitar pensar en la gramática cada vez que se discute sobre algo. Aprender un idioma es difícil, y si uno tiene el objetivo de Hoffman (hacerlo suyo hasta ser capaz de escribir sobre literatura), hay que luchar muy duro y estudiarlo. Hasta que un día se aprecia el arte en lenguaje ajeno.

Me ha parecido una novela muy larga: unas cuantas páginas menos y hubiera sido perfecta. Demasiada introspección interior, demasiada importancia a muchos detalles que sólo son eso, detalles. Y a tramos se le echa la culpa de todo a la diferencia cultural, con lo que no estoy nada de acuerdo. Pero sé, como Hoffman, que esa etapa se pasa. Y también creo que, aunque yo no esté de acuerdo con todo, entiendo mucho a Ewa por vivir una etapa parecida. Por eso a más de uno le vendría muy bien leerlo, para ponerse en el lugar de otros y aprender sobre un proceso complejo y personal como es la inmigración y la integración.

Ratita de laboratorio

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