Pureza es el último libro de Jonathan Franzen, un autor relativamente joven que se ha convertido en uno de los escritores estadounidenses contemporáneos más importantes. Las Correcciones fue el libro que le dio fama; después repitió éxito con Libertad y luego escribió Pureza, su última obra. Leí una entrevista con él que me llevó a error sobre el tema del libro. Como todas las grandes obras, no habla, ni mucho menos, de un solo asunto. Está lleno de referencias, de hilos de los que tirar, y a cada lector le enganchará por algo distinto. Vale muchísimo la pena leerlo, tanto si ya conocéis a Franzen como si no.
Pureza arranca con la historia de Pip: una joven recién licenciada con un trabajo que no le gusta en San Francisco, con cuotas del préstamo de estudios por pagar y que sólo puede permitirse una habitación en una casa okupa. A partir de ahí, el autor presenta a otros personajes que serán fundamentales en el libro: Andreas Wolf, un misterioso alemán dedicado a las filtraciones de grandes empresas y de gobiernos, al estilo Assange; una pareja de periodistas de Denver... Franzen va cambiando de protagonista, de escenario y de época sin que el autor apenas lo note, y sólo después de diseccionar al completo al anterior. Y cada personaje es especial: analiza al extremo sus reacciones y sentimientos, mezclándolo con diálogos inteligentes y llenos de humor, hasta que se llenan de vida, haciendo que el lector empatice con sus locuras, sus cambios y sus salidas impulsivas.
Decir que Pureza habla del fenómeno de internet y de páginas como Wikileaks sería simplificarlo mucho: sobre el tema, Franzen deja entrever su postura pero lo hace a través de sus personajes, presentándolo al lector como un espejo que refleja su propia época, de la que hace un retrato genial. Pero hay mucho más: también es buenísimo, incluso mejor, el retrato que hace del sistema socialista en Alemania del Este, o cómo se ríe de la contracultura de los sesenta en Estados Unidos. Entre tanto, el autor toca tan brillantemente como en otros libros las relaciones humanas, con todas sus aristas, a lo largo del tiempo: vínculos imposibles de pareja o entre padres e hijos; soledad, locura, obsesiones... Sus personajes están mayoritariamente perdidos, intentando entender y entenderse, como todos.
Lo que termina de redondear el libro es el estilo de Franzen: muy ágil, rápido, aunque nos hable de tantas cosas con tanta profundidad. Leerlo es extremadamente sencillo aunque se adivina que escribirlo no lo fue en absoluto, y de hecho el autor es temido entre los traductores por lo exigente que es con las versiones en otros idiomas de sus obras. Se puede leer de forma más superficial, como una historia de personajes entrecruzados, o de forma más profunda: el escritor deja preguntas en el aire sobre muchos asuntos. Las principales, sobre el mundo actual y lo incontrolable de la información, pero hay mucho, mucho más, detrás.
Ratita presumida
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