Me he pasado mucho tiempo
leyendo Las mil y una noches porque he ido intercalando sus
muchas (más de doscientas) historias con otros libros para no
cansarme. Era otro de esos libros que en algún momento de mi vida
quería leer, y empecé con ello en 2016. Varias personas me habían
dicho que era muy bonito y estaba muy bien, y buscando información
sobre la edición a elegir vi que se sigue reeditando, y que este
libro puede causar fascinación. Sobre todo me sorprendió leer que
algunos lectores afirmaban que „al final te quedan ganas de más“.
Más? Después de 1001 noches (porque son 1001 noches) contando
historias, de verdad uno no se cansa? Pero hoy, día en que he
terminado esta recopilación de cuentos, me he sorprendido
reconociendo que la echaré de menos y que me ha dado pena terminar.
Las mil y una noches
es una recopilación de cuentos de tradición oral que se cree
tiene su origen en el siglo VIII, cuando las primeras versiones
aparecieron. En ellas se tradujeron cuentos indios y persas, a las que posteriormente se añadieron cuentos árabes y más y más
historias a las originales, dando lugar a dos tradiciones o grupos
de manuscritos, la siria y la egipcia.
La primera versión que
llegó a Occidente fue la traducción de Galland en 1704, donde
algunos cuentos se adaptaron para evitar escándalos. También se
sumaron a los cuentos originales otros que pertenecían por entonces
a la tradición oral siria. Hoy en día se suelen traducir los
cuentos sin censura, y se aceptan como versiones canónicas las que
incluyen los cuentos encontrados en los manuscritos llamados Bulaq o
Calcuta II. La mayoría de las versiones que circulan en español son
traducciones del francés, pero hay algunas directas del árabe, como
la que hizo Rafael Cansinos Assens.
Cartel de Alí Babá (1944) |
El argumento de Las
mil y una noches es muy conocido, pero lo mencionaré por si hay
algún lector despistado. El rey Scharyar, tras la infidelidad de su
esposa, la mata y decide asesinar a todas las mujeres con las que se
casa el mismo día de su boda como venganza. Cuando las mujeres
empiezan a escasear, se casa con la hija de su visir, Sherezade, que
inventa como estrategia para sobrevivir contarle historias que deja a
medias, y así conseguir un día más de vida hasta la siguiente
noche, en que el rey espera conocer el final de la historia de la
noche anterior. Así, mil y una noches.
El número mil simboliza
la eternidad, pero en el libro se lo toman al pie de la letra: hay
mil y una noches. Historias hay menos, más de doscientas, algunas
muy cortitas y otras muy largas. Tocan diferentes temas, como el amor
(vestido de fascinación al ver, u oír hablar de una mujer sin
velo), la amistad y el valor de la fidelidad, el destino (en manos de
Alá), la magia... en tantas noches, hay tiempo para todo. Aunque los
cuentos diríamos „clásicos“ del libro hablan de una relación
amorosa complicada por rivalidades familiares o económicas que hay
que superar tras pasar alguna prueba (realizar un viaje, por ejemplo,
o resolver una pregunta). Pero también hay fábulas animales,
moralejas, chistes obscenos, poemas, canciones e historias que todos
conocemos como Alí Babá y los cuarenta ladrones.
Me es demasiado difícil
escoger una historia entre tantas, así que os daré consejos para su
lectura y mi humilde opinión.
Aladdín (Walt Disney) |
Es difícil leer Las
mil y una noches si no lo entendemos en su contexto: aunque
muchos dicen que es un libro muy abierto (los protagonistas beben
alcohol, cometen infidelidades, se habla mucho de sexo y de deseo, se
dan consejos conyugales), se pueden encontrar temas desagradables (como la zoofilia), y hay puntos de desprecio a
la mujer. Los tiempos eran así y hay que aceptarlo, pero cuento tras
cuento puede cansar un poco que las mujeres no puedan hablar con los
hombres, o que siempre tengan que llevar velo, o que den por hecho
que son menos inteligentes y que siempre traen problemas. Otro tema
importante es la realeza: se habla del califa como de un dios, y se
acepta con naturalidad que nombre a los mejores cuentistas como a sus
visires o que les dé dinero o pensiones vitalicias a personajes
determinados por no haber hecho prácticamente nada. Es un ejemplo de
absolutismo tremendo, que a mí a veces me ha hecho indignarme (en
algún cuento se plantean inventar impuestos para volver a llenar las
arcas que han vaciado irresponsablemente... a qué me suena?), pero
no es así como hay que leer el libro.
Uno tiene que imaginarse
en un palacio árabe, una tarde, durante la puesta de sol o ya
después. Sentados en el suelo, alrededor de una mesa baja con
bandejas llenas de dulces y copas de los mejores vinos. Una buena
conversación, un buen ambiente, amenizado por música de laúd. E
imaginar a un califa que diga, podéis contarme una historia que no
conozca? Y entonces alguien se levanta, y comienza a contar la
historia del zapatero remendón, o de Simbad el marino, o de la
princesa Suleika, provocando risas, rubores y miedo en sus
compañeros. Si lo leéis así, os gustará, porque Las mil y una
noches está escrito para ser contado, y por eso las exageraciones tienen sentido. Y descubriréis historias,
muchas, que os suenan, planteándoos influencias que ni siquiera
intuíais.
Yo os recomendaría leer
una traducción directa del árabe al castellano (yo leí una
traducción del francés) y leerlo poco a poco. Si podéis, no
utilicéis E-Book: no le pega nada. Conseguid una edición en papel
bonita, con ilustraciones, y leed las historias poco a poco. Probad a
leérselas a alguien (a niños no, por favor) y disfrutad de la
imaginación, el humor y la originalidad que esconden.
Las mil y una noches
no será de mis libros preferidos, pero espero algún día hacerme
con un bonito ejemplar que me permita hojearlas de vez en cuando.
Ratita de laboratorio
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