Marcel Schwob publicó El Libro de Monelle en 1894, tras la muerte de Louise, una jovencísima prostituta de la que se enamoró y con la que mantuvo una relación de tres años hasta su muerte de tisis. Schwob, que nunca se recuperó del golpe, escribió esta obra inspirado por ella: Louise es Monelle y las hermanas de Monelle, niñas a punto de ser adultas y que por ello conservan la inocencia y la esperanza, aunque también ya tengan dentro una tristeza honda, una maldad morbosa o una vanidad desorbitada.
El libro se divide en tres partes: en la primera, habla Monelle: da la mano al autor para entregarle sus enseñanzas, una especie de mandamientos que le sirvan de guía y que le piden vivir "el momento", no "recordar", no disfrutar demasiado de la felicidad ni ahogarse en la tristeza. "Olvídame y seré devuelta", se despide Monelle de un Schwob que la ve marchar tras recibir palabras como éstas:
"No mires detrás de ti. No mires demasiado delante de ti. Si miras en ti, que todo sea blanco.
Sorpréndete de todo; pues todo es diferente en la vida y semejante en la muerte".
La segunda parte es una colección de relatos con niñas como protagonistas y con ecos de los cuentos clásicos -Andersen, Perrault, Las Mil y una Noches-. Como en éstos, hay dureza y crueldad en ellos: las niñas son inocentes, pero no del todo; no tienen miedo de la vida, pero comienzan a recelar; están todas en el punto justo en que asoman al mundo adulto: a las decepciones, al dolor, a la maldad. Schwob las retrata en ese instante, mágico, cautivador. Atrapa eso que, llegado el momento, se pierde para siempre.
Marcel Schwob |
En la tercera, la protagonista vuelve a ser Monelle, convertida también en personaje de cuento, en una niña-madre que cuida a otros niños que no quieren crecer y a los que tiene que proteger de lo que está fuera. Para ellos ella es su líder, su guía para no perderse nunca. Es inevitable imaginar a Schwob como uno de esos pequeños pacientes, oculto de un mundo que no entiende, que le hace sufrir demasiado.
Aparte de su singularidad y de la belleza del lenguaje de Schwob, tanto en los aforismos como en los relatos, su magia está la fuerza que tiene el libro entero, alimentado por un amor y una angustia vital que el lector enseguida intuye. Louise no era una preadolescente como Monelle -murió en la veintena- pero Schwob sí pareció encontrar en ella algo que quizás estuvo buscando siempre: una forma de ver el mundo distinta, más limpia pese a las penurias. El libro es un canto a ese momento perdido: el instante en que se cambia la mirada para siempre, en que el dolor y la desesperación acaban con la felicidad sin más, sin adjetivos. Aunque el autor deja una frase clave al final...
"Entonces Louvette recordó, y prefirió amar y sufrir, y vino a mi lado con su vestido blanco, y los dos huimos a través del campo".
Ratita presumida
Ay, acabas de recordarme este título. Alguien me lo recomendó pero confié en mi memoria y no lo anoté. Obviamente... lo olvidé. Lo anoto, lo anoto. Gracias.
ResponderEliminarUn abrazo
Me alegro, Ana! Para eso estamos... para descubrir nuevos libros o recordarlos! Seguro, seguro que te gusta. Ya me leeré tu reseña. Abrazos!
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