domingo, 12 de septiembre de 2021

Panza de burro, de Andrea Abreu

Panza de burro es un éxito editorial de 2020, que alarga su sombra sobre 2021. Quería leerlo por lo que había escuchado sobre él: que era innovador, que rompía las reglas del lenguaje, que se saltaba todas las normas. Y me extrañaba la falta de críticas negativas. Supongo que las habrá, pero al leer la obra de Abreu lo he entendido: con su forma de escribir demuestra un control de las letras que ya nos gustaría a muchos tener, porque rompe en su justa medida, y el lenguaje utilizado queda natural y no forzado. Si además se utiliza en una novela de iniciación, que narra el final de la niñez, el resultado es perfecto. 

Abreu nació en el norte de Tenerife, y ahí ubica su primera novela. Ha publicado además un fanzin y un libro de poemas. Ahora trabaja en un libro de relatos, mientras se toma un respiro para asumir el gran éxito de Panza de burro.

La panza de burro es un fenómeno meteorológico por el que las nubes se quedan a baja altura y encapotan el cielo de zonas próximas a las montañas, como en el norte de Tenerife, y en el barrio donde Abreu vivía. Esas nubes dan una (falta de) luz especial que, como dice Abreu en su libro, termina por influir en sus habitantes. 

Andrea Abreu (el país)

La protagonista de la novela habla en ella de su mejor amiga Isora y de su relación. Isora es algo más madura, y más atrevida, y la protagonista la admira, y a veces la envidia. Pero se quieren, y se pasan juntas todos los días del verano, mientras suspiran por ir a la playa. En Panza de burro se describen sus juegos y lo que siente la protagonista por Isora: un amor visceral, una necesidad física de estar con ella, una forma original pero clara de describir esa amistad entre dos niñas tan intensa (y no siempre fácil) como sólo se puede dar en la infancia.

La innovación de Panza de burro está en el lenguaje que utiliza: en el libro se escribe como se habla en el barrio de Abreu, en Canarias, y como lo hacían los niños de la época cuando escribían abreviando las palabras en el mesinyé (messenger). Y, como ya he dicho, imitar la forma de hablar para unos personajes a la hora de escribir sin que parezca impostado es tan difícil, que lo único que queda por decir de Panza de burro es que es una maravilla.

En su prólogo, Urraca recuerda a Cortázar, y es que el recurso de Abreu no es nuevo. Muchos autores lo han hecho antes, y lo seguirán haciendo: porque en algunas historias el lenguaje da autenticidad a lo que se cuenta, pero no lo sabe hacer cualquiera. Celebro por supuesto que no haya glosario: no creo que haya que entender todas las palabras de los libros que uno lee.

Panza de burro es recomendable para los que buscan literatura contemporánea de calidad, y libros que sorprendan, a pesar de que a veces es escatológico. Yo, personalmente, uno de los capítulos lo borraría, porque creo que es excesivo. Pero por lo demás, Panza de burro es un buen libro.

Ratita de laboratorio

No hay comentarios:

Publicar un comentario