domingo, 13 de enero de 2019

Ciudad abierta, de Teju Cole

Hay muchísimas novelas escritas en primera persona, o como un largo monólogo interior. Ciudad abierta, de Teju Cole, se podría clasificar como una de ellas, pero no es una más: el diálogo del protagonista consigo mismo y con lo que le rodea fluye de forma sencilla, directa y cercana hacia el lector, aunque se pierda en decenas de temas distintos. El marco de una gran ciudad, Nueva York, como escenario de sus largos paseos encaja de forma perfecta con el relato, construido a base de con rutinas salpicadas de momentos clave.

Julius, un psiquiatra nigeriano terminando su residencia en Nueva York, es el protagonista de Ciudad abierta, escrita siguiendo el hilo de sus pensamientos en la soledad de su apartamento y, sobre todo, sobre las calles de Nueva York, donde pasea durante horas como una forma de evasión. Sin gran vida social -un puñado de amigos, un viejo profesor, una chica, algún vecino-, Julius pasa, como casi todos, largas horas solo, y Teju Cole recoge su discurso interno de forma extraordinariamente natural. El autor, a través de su personaje, no habla con el lector, sino que es éste quien se asoma a sus pensamientos, que saltan de la música o sus pacientes a recuerdos muy próximos o casi olvidados, sin orden aparente, tal y como nos vendrían a nosotros si nos tomáramos la molestia de anotarlos.


El aparente desorden de la novela de Cole, solo estructurada por las rutinas de Julius y sus paseos del trabajo al apartamento, pasando por alguna cita o alguna fiesta esporádica, acaba atrapando al lector, fascinado por la cercanía de una soledad tan absoluta y una intimidad tan honda. Julius no habla con nadie y no aparenta nada: piensa para sí mismo y el tono de la novela es a ratos frío, desapasionado. Teju Cole nos habla de lo que pensamos cuando nadie nos oye en las horas en las que no pasa nada. Y en esos huecos introduce pequeños retazos de historia: los padres de Julius y su infancia y adolescencia en Nigeria; el por qué de su llegada a Nueva York; su relación con su familia; su aparente desapego; su sensibilidad extrema hacia el arte y hacia la música y lo que ciertas obras pueden provocarnos si de verdad nos tocan.

El transcurrir de los días de Julius, salpicados de algunos momentos importantes que llegan sin avisar, está extraordinariamente contado por Teju Cole, con un lenguaje llano, directo, que conecta con el lector sin aparente esfuerzo. Es una novela diferente: lenta, pausada, conmovedora. Hay rutina y hay instantes de deslumbramiento: las páginas sobre los parapentes en Central Park, el encuentro con el inmigrante, la visita al museo, la música en un salón vacío... Recorrer Nueva York con él es una experiencia extraña y también bellísima.

Ratita presumida 

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