Hace unos meses decidí
hacer la maleta e irme a París durante dos semanas: para aprender
algo de francés y, por qué no, creerme bohemia. En el curso de
francés que hice durante el que recordé los tiempos del colegio me
hablaron de las Cartas desde mi molino: una recopilación de
cuentos de la Provenza que eran, en teoría, fáciles de leer. Ni
corta ni perezosa, no sé si para leer o como souvenir, lo compré en
la librería de la esquina. Creo que la profesora tenía razón: es
fácil, porque con mi nivel he conseguido entender bastante sin
abusar del diccionario. Pero para leerlo sin peligro de perderos la
mitad, yo creo que necesitáis un B1, nivel que yo no tengo ni de
lejos.
Alphonse Daudet publicó
Cartas desde mi molino a partir de 1866 en forma de entregas
en un periódico. Son 24 cuentos, algunos de los cuales, como el que
nos contó nuestra profesora, son muy conocidos en el país vecino.
He de reconocer que
últimamente acierto bastante con los libros que elijo en idiomas
ajenos, por lo que al ver que Cartas desde mi molino era
demasiado difícil para mí, leí en diagonal alguna de las
historias. Por ser el cuento del que habló mi profesora y porque
éste sí lo entendí, os contaré el principio de La cabra de M.
Seguin:
wikipedia |
Este
cuento me gustó mucho por su moraleja, y porque hablamos de él
cuando dimos en clase el tema de la ecología. El libro en sí sólo
lo recomendaría a los estudiantes de francés porque tampoco me ha
encantado, aunque como buen souvenir siempre me recordará a París.
Citando
a Daudet: Ah París...! París...! Siempre París!
Ratita de laboratorio
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