jueves, 13 de julio de 2017

Cartas desde mi molino, de Alphonse Daudet

 Hace unos meses decidí hacer la maleta e irme a París durante dos semanas: para aprender algo de francés y, por qué no, creerme bohemia. En el curso de francés que hice durante el que recordé los tiempos del colegio me hablaron de las Cartas desde mi molino: una recopilación de cuentos de la Provenza que eran, en teoría, fáciles de leer. Ni corta ni perezosa, no sé si para leer o como souvenir, lo compré en la librería de la esquina. Creo que la profesora tenía razón: es fácil, porque con mi nivel he conseguido entender bastante sin abusar del diccionario. Pero para leerlo sin peligro de perderos la mitad, yo creo que necesitáis un B1, nivel que yo no tengo ni de lejos. 


Alphonse Daudet publicó Cartas desde mi molino a partir de 1866 en forma de entregas en un periódico. Son 24 cuentos, algunos de los cuales, como el que nos contó nuestra profesora, son muy conocidos en el país vecino.

He de reconocer que últimamente acierto bastante con los libros que elijo en idiomas ajenos, por lo que al ver que Cartas desde mi molino era demasiado difícil para mí, leí en diagonal alguna de las historias. Por ser el cuento del que habló mi profesora y porque éste sí lo entendí, os contaré el principio de La cabra de M. Seguin:

wikipedia
M. Seguin ha tenido varias cabras que en un momento dado han decidido escapar y subir a la montaña para ser libres, y porque allí el aire es mejor, y porque todo es más bonito. M. Seguin intentó detenerlas hablándoles del lobo, que terminó comiéndose a sus cabras, pero hasta ahora no le han hecho caso. Por eso decide comprar una última cabra muy jovencita, y criarla desde el principio en el patio de su casa. M. Seguin cree que se acostumbrará desde pequeña a vivir en cautividad y que nunca echará de menos subir a la montaña. Pero un día la cabra mira hacia arriba y se pregunta cómo será pacer allá.

Este cuento me gustó mucho por su moraleja, y porque hablamos de él cuando dimos en clase el tema de la ecología. El libro en sí sólo lo recomendaría a los estudiantes de francés porque tampoco me ha encantado, aunque como buen souvenir siempre me recordará a París.

Citando a Daudet: Ah París...! París...! Siempre París!

Ratita de laboratorio





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