lunes, 13 de abril de 2015

En busca del tiempo perdido (VI): La fugitiva, de Marcel Proust

Ya estoy en la recta final de mi propósito del 2014: he terminado de leer el sexto tomo de En busca del tiempo perdido, La fugitiva (o, en otras versiones, Albertina desaparecida). La verdad es que me ha gustado bastante: en su línea, casi no pasa nada en las trescientas páginas de libro, pero los sentimientos que describe son universales, por lo que podemos entender a nuestro amigo Marcel. Por favor, seguid leyendo sólo si ya leísteis La prisionera


La fugitiva se publicó en 1927, dos años después que La prisionera, siendo también póstumo. El autor no marcó la separación entre este tomo y el último, El tiempo recobrado, por lo que en función de la edición se termina el libro en un punto u otro. Como en La prisionera, se nota en algunos párrafos con ciertas repeticiones que el autor necesitaba darle aún un par de vueltas antes de haberlo publicado. También hay palabras que, por ser ilegibles en el manuscrito original, no pegan mucho en el contexto en el que se encuentran, o notas a pie de página que no sabemos si el autor hubiera incluido en su versión final, o no.

La prisionera termina con la noticia de que Albertina ha dejado a Marcel, y es justo después donde empieza La fugitiva. Marcel tiene que hacerse a la idea de que Albertina no va a volver, y piensa en varias estrategias para hacerle regresar. Convencido de que el olvido terminará con su dolor, compara su situación actual con el amor que sintió por Gilberta, pero ahora no ha sido él el que ha tomado la decisión definitiva de terminar con la relación.

Proust escribe páginas y páginas describiendo su dolor, y su lento apaciguamiento. Y poco más pasa en el libro. A pesar de esto, a mí me ha gustado porque el amor y el desamor son temas para mí más universales que las fiestas de la alta sociedad, y las descripciones de sus sentimientos, con su extrema sinceridad, son más fáciles de imaginar que la falta de preocupación por no tener un trabajo. De todas formas, si habéis llegado tan lejos y queréis leer La fugitiva, hacedlo sabiendo que, hasta la mitad del libro, prácticamente no pasa nada.

Pronto volveré a escribir con, por fin, la última entrega.

Ratita de laboratorio

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