viernes, 12 de octubre de 2012

Tan fuerte, tan cerca, de Jonathan Safran Foer

Me leí este libro hace ya algunos meses pero el viaje de mis vacaciones me lo ha recordado y me apetece muchísimo recomendarlo. En Estados Unidos estuve alojada en la casa de un matrimonio mayor: él era exmarine, veterano de las guerras de Vietnam y Corea, y ella era alemana; llegó a EEUU cuando era sólo una niña y me contó, cuando le dije que fui erasmus en Leipzig, que recordaba haber visto la ciudad en llamas desde el tren en la Segunda Guerra Mundial. Enseguida me acordé de uno de los personajes de Tan fuerte, tan cerca, la abuela del niño protagonista. También había emigrado a Estados Unidos siendo muy joven. Y había visto morir a sus seres más queridos en el bombardeo de Dresde.


Tan fuerte, tan cerca es la segunda novela de Jonathan Safran Foer, un escritor estadounidense que se convirtió en uno de los primeros en hablar de las víctimas del 11-S y del Nueva York posterior a los atentados. El padre del niño protagonista, Oskar, murió en las torres, y a él le toca ahora intentar asimilarlo, comprender que la vida sigue, aunque no quiera, y completar por sí mismo las conversaciones que le quedaron pendientes. Oskar es un niño extremadamente sensible y retraído, y a través de su particular forma de enfrentarse al mundo -sus cartas a científicos para que le dejen trabajar con él, su cuaderno de recortes, su modo de dirigirse a los desconocidos...- Safran Foer nos acerca a aquellos de los que casi nadie habla, las otras víctimas de los atentados, los familiares de aquellos que saltaron al vacío antes de que se hundieran las torres y cuyas imágenes vimos, en directo, por televisión.

Tengo que reconocer que en las primeras páginas di por seguro que Tan fuerte, tan cerca me iba a decepcionar porque el autor había escogido una voz infantil como narrador. Muchos lo han hecho antes: El guardián entre el centeno, El curioso incidente del perro a medianoche, El niño del pijama de rayas... Pero justo cuando te resignas y te haces a la idea de que la gracia del libro es, como en otros, ver el mundo a través de los ojos de un niño con una mirada muy especial, la trama da un vuelco y la novela deja de ser la historia de Oskar después del 11-S. Safran Foer deja que  otras víctimas -las de los bombardeos aliados en Alemania, las de la bomba atómica en Hiroshima- también cuenten su historia, y el tema ya no es sólo el de un niño que trata de buscar su lugar en el mundo tras la muerte de su padre, sino más general: el de cómo sobrevivir al horror absoluto y a la muerte de quienes más quieres. Una de las nuevas voces es la de la abuela de Oskar, a quien vemos en sus dos papeles: el de mujer entregada a su nieto y el de superviviente, sufridora y enamorada a pesar de todo. El acierto de Safran Foer es que la novela, así, cambia de tono de manera radical. Del mundo de Oskar y de cómo, a duras penas, trata de salir adelante, pasamos a historias aún más duras, de sufrimientos sostenidos a lo largo de décadas, de las consecuencias que arrastra tanta gente después de haber visto catástrofes de cerca. El libro se convierte en un mosaico de sentimientos y personas al límite y termina hablando de cómo debemos hacer frente a los males más terribles solos y de cómo hay gente que lo consigue, y gente que lo logra sólo a medias. Hay cartas de amor conmovedoras, hay ternura, hay partes escalofriantes... Sólo se mantienen, intercalados, los recortes y los dibujos del niño, que Safran Foer distribuye a lo largo del texto hasta llegar a un final redondo.

El autor habla de muchas tragedias, pero es el 11-S el que hilvana el relato. Podía haberlo tratado de muchas maneras, pero el autor elige hacerlo desde la perspectiva de sus víctimas más débiles, los niños, y desde un punto de vista más general, retratando el estado de la ciudad después del atentado. Oskar pasa buena parte de la novela convertido en detective, buscando pistas sobre los últimos momentos de su padre y eso le lleva a recorrer -a pie, porque ahora tiene pánico de los espacios cerrados- muchas calles y barrios de Nueva York buscando a gente que pudo haber tenido relación con él. Con esa estrategia, Safran Foer logra hacer un retrato de la ciudad de verdad, no de la que sale en las películas, y de la gente que vive en ella. Neoyorquinos de vidas intrincadas y neoyorquinos absolutamente normales, que nos acercan Manhattan y Brooklyn, y con cuyas vidas, originales o anodinas, el autor quiere homenajear a la ciudad en su conjunto, como víctima colectiva de un crimen incomprensible.

He leído que Tan fuerte, tan cerca ha terminado convertida en guión de película, con Tom Hanks en el papel de padre, y según algunas críticas se pasa de sentimental. Justo eso es lo que no le pasa al libro, y ése es su mayor mérito. He disfrutado de las historias de amor, de los relatos íntimos de varios personajes con vidas durísimas. Pero lo que más me ha gustado es que la novela se lea desde la total empatía con sus protagonistas, sin sentimentalismos artificiales, sin caer en la lágrima fácil. Y pese a eso, es casi casi inevitable que alguna se nos escape al final.

Ratita presumida

3 comentarios:

  1. Yo oí hablar primero de la película, que me negué a ir a ver al cine por miedo al sensiblerío. Si dices que el libro no cae en el sentimentalismo fácil, lo mismo me animo: has picado mi curiosidad :)

    Ratita de laboratorio

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  2. Pues yo me encontré con la peli después... y la verdad, no tengo muchas ganas de ir a verla, hay diálogos tremendos del niño y la madre y seguro que no consiguen reflejarlos bien. Ni los recortes del niño, ni la historia de los abuelos... Y seguramente irán a lo fácil, a hacer llorar. Mucho mejor el libro!

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    1. La verdad es que tienes razón, he leído el libro y no cae en sentimentalismos fáciles... pero yo he llorado, y mucho :( creo que tampoco veré la película, me extrana que haga justicia al libro.

      Abrazos!

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