No soy lectora de Stephen King: no me gustan las historias de terror y aunque sí he leído algún libro (El Resplandor, Las dos después de medianoche) no me puedo comparar con esos fans del autor estadounidense que se han leído cada novela (y tiene muchísimas). Por eso me acerqué con pocas ganas a Mientras escribo, a pesar de que me lo hubieran recomendado con insistencia: ¿de verdad me interesaba saber cómo entiende King el oficio de escribir, si apenas he leído nada suyo?
Yo me equivocaba y los que lo recomendaban tenían razón, y mucha: Mientras escribo es un libro perfecto para los que aman leer y para los que, además, a veces han intentado escribir.
Se divide en dos partes: en la primera cuenta cómo ha llegado a ser lo que es, y la segunda se centra en dar consejos, partiendo de su propia experiencia, a quienes quieren lanzarse a la escritura. Cualquiera de las dos en solitario valdría muchísimo la pena: la autobiográfica está escrita con bastante humor y muchísima humildad, algo de entrada sorprendente en alguien que se ha convertido en uno de los escritores más vendidos del mundo. Se remonta a su infancia y después se centra en su estrategia para conseguir, poco a poco, ir publicando sus relatos. King consiguió ser lo que es a base de constancia y de no dejar de esforzarse nunca y lo logró a pesar de sus problemas familiares y los apuros económicos de sus primeros años de matrimonio.
La segunda es más técnica: después del consejo básico para un futuro escritor (leer mucho y escribir mucho), King se centra en lo concreto: cómo depurar un texto, cómo centrarse en lo esencial, el proceso de escritura, el de corrección, el aislamiento, el modo en que vienen las ideas, el lugar donde se puede escribir... Aunque nunca te lo hayas planteado, su forma de contarlo estimula a imitarle e intentar contar algo. No promete que vayas a convertirte en un genio pero sí da claves que, como poco, pueden ayudar a mejorar cualquier texto escrito por nosotros y también a entender en qué fallan algunos de los libros que leemos.
King estaba enfrascado en este libro cuando sufrió un grave atropello que casi le mata y que le obligó a meses de rehabilitación. En el epílogo cuenta cómo escribir le salvó. La razón, que le hace feliz, y por eso poco a poco, aunque al principio apenas durara una hora frente al ordenador, consiguió terminar lo que empezó. En el fondo, ese es el consejo más importante de todo el libro: a él, decenas de novelas después, le sigue emocionando encontrar una nueva historia y tirar del hilo para terminarla. Eso le hace seguir escribiendo. Eso, nos dice, nos hará a nosotros mejorar en lo que hacemos.
Ratita presumida
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