En Feria Ana Iris Simón habla de sí misma, motivo por el que al comenzarlo me lamenté por estar otra vez ante un libro muy bien escrito, muy correcto, muy atractivo pero otra vez retrato de una generación desencantada, atrapada por la falta de expectativas, por ese hito imposible de conseguir una vida mejor que los padres, etc. Pensé al empezarlo en Desencajada de Margaryta Yakovenko y en Cambiar de idea, de Aixa de la Cruz (el primero mucho mejor que el segundo), también pensadas como autobiografías, como hilos de pensamiento, que tienen en común ser obras de autoras jóvenes reflexionando sobre el presente más inmediato de manera más o menos original. Simón, sin embargo, se distancia unas páginas después de otras compañeras de generación: habla de sí misma pero con un tono distinto; prima el homenaje a sus raíces con la descripción detallada de su clan paterno y materno; de las hazañas de sus padres y sobre todo de sus abuelos, pero con un tono natural, tranquilo, que sabe que habla de algo extraordinario (como lo serían nuestras historias si fuéramos capaces de esforzarnos en mirarlas bien) sin alardear, sin presumir. Sin que el "yo" de la autora se haga demasiado excesivo.
Entre que Ana Iris Simón también es periodista y que parte de mi familia también es manchega comencé a leerla sin demasiado entusiasmo, demasiado "reconocida" en algunas escenas. Al final he tenido que claudicar, sobre todo en la parte que da título al libro, esas ferias de pueblo en las que trabajaban sus abuelos con un puesto de juguetes, con su abuelo animando a los niños a llorar para lograr que sus padres le compraran alguno. Reflexiona Ana Iris, a través de su abuela, en que esas ferias han desaparecido para siempre porque el mundo entero se ha convertido en una y ya no son nada extraordinario. Tiene razón, como en tantas cosas, en tantas frases que en un mundo tan extraño como este acaban chirriando sin razón: cuando habla con tanta naturalidad de la maternidad y de que se puede ser muy feminista y anhelarlo; cuando comenta las ocurrencias de su comunista familia paterna; cuando habla de la religión y los ritos con un respeto que ya quisieran muchos de los que se dicen creyentes... En una sociedad tan asfixiante a veces, tan tendente a encasillar, tan de frases hechas, que Ana Iris Simón se salga del guión y se ría de algunas estupideces de hoy de las que apenas se puede hablar supone un respiro. Además lo hace muy bien, con humor y mucha inteligencia. En un mundo normal hablar así no tendría nada de valeroso pero ciertas frases de sus conversaciones con sus amigas suenan atrevidísimas.
Aparecen muchos temas en Feria, pero subyace sobre todo el del respeto y el amor de Ana Iris por los suyos, sin idealismos, sin heroicidades, pero subrayando lo excepcional que hoy supone lo que hacían nuestros abuelos. Dibuja una época que conocemos o nos suena de forma muy nítida, muy fiel; sin idealizarla y sin contar lo que no era, logra que la echemos de menos y que echemos de menos a sus protagonistas. Ella, a sus abuelos. Nosotros, sus lectores, a los nuestros y a la infancia imperfecta pero maravillosa que vivimos con ellos.
Ratita presumida
Me apunto este libro. Me ha llamado la atención. Gracias por compartirlo.
ResponderEliminarAparte de lo que he comentado, también es de muy amena lectura. A ver qué te parece, gracias a ti por leernos
Eliminar