Estas Navidades planifiqué mal mis lecturas, y tuve que acudir a la biblioteca familiar y buscar algún libro que no hubiera leído. Me decidí por Suave es la noche: El gran Gatsby me gustó bastante, y alguien me había dicho que Suave es la noche era incluso mejor. Intuí (acertadamente) que se leía rápido, y me lancé de lleno a los anos veinte, a su superficialidad, a sus fiestas y a su vida social. Os diré que me ha encantado, que lo recomiendo sin dudar. Y que, como me habían dicho, me parece mejor que El gran Gatsby.
Fitzerald publicó Suave es la noche en 1934, y ciertas partes, o temas, se pueden leer como autobiográficos. Como otras novelas suyas, no se vendió muy bien, lo que obligaba al autor a combinar su trabajo en las novelas con la escritura de cuentos y guiones. Ojalá hubiera tenido más tiempo, y más estabilidad económica: la lectura de Suave es la noche me ha animado a leer el resto de sus obras, y me ha ayudado a entender mejor por qué se le considera uno de los mejores autores estadounidenses del siglo XX.
Cartel de la película |
Suave es la noche empieza en la Riviera francesa, en una época en la que no había mucho turismo, y en una playa, cercana a un hotel, donde varios grupos toman el sol y conversan. Rosemary, una actriz estadounidense que acaba de empezar su carrera cinematográfica, conoce a varias personas allí: a un grupo de gente con el que prefiere no relacionarse, y a los Diver y sus amigos. Pero lo mejor de Suave es la noche es que esto es sólo el principio: poco a poco profundiza en los anfitriones de la fiesta, en sus relaciones, en su pasado, y nos explica que no todo es lo que parece, en lo que Fitzerald es un maestro.
Fitzerald empieza presentando los distintos personajes a raíz de su comportamiento. Como en El gran Gatsby, transcribe conversaciones, y describe actitudes, detalles que pueden tener importancia, o no. Nos habla maravillosamente de esas cenas donde hay varias conversaciones, donde todos quieren hablar con el más popular, donde siempre hay alguien que bebe de más. Tipos, fiestas, eventos sociales que pueden ser, salvando las distancias, tan comunes para todos. Creo que por eso este autor no pierde vigencia, o la ha recuperado: el periodo de entreguerras, con su superficialidad, su riqueza, y ese deseo de olvidar que la desgracia existe y que puede volver a haber una guerra en un futuro, nos recuerda a todos a nuestra costumbre de vivir como si nuestro bienestar estuviera garantizado.
Os recomiendo leer Suave es la noche, casi a cualquiera: la descripción del amor, de las diferentes relaciones y su facilidad en la lectura, lo hacen perfecto para todos. Y conseguirá emocionaros.
Ratita de laboratorio
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