jueves, 25 de enero de 2018

Sensatez y sentimiento, de Jane Austen

Mi estreno con Jane Austen -aunque ya habíamos hablado de ella en el blog- ha sido con Sensatez y Sentimiento, o Sentido y Sensibilidad, la traducción más habitual del título aunque en realidad la que hace Alianza es la más correcta. Es una de sus obras más conocidas y leídas, adaptada, como otras, al cine, y cuenta la historia de Elinor y Marianne, dos hermanas que encarnan cada una de esas virtudes. El contraste entre sus dos formas de afrontar los problemas -amorosos, sobre todo- es el tema de la novela.

 La historia arranca con la mudanza de la familia Dashwood tras la muerte del padre. La viuda y sus hijas -Elinor, Marianne y la pequeña Margaret- se ven forzadas a abandonar su hogar y trasladarse a un lugar más pequeño, bajo la protección de los Middleton. Allí, Marianne se enamorará por primera vez de un joven atractivo y encantador, mientras Elinor ve cómo se aleja del hombre al que amaba.

Austen va colocando a ambas mujeres en aprietos desde casi el primer momento: primero, con la dolorosa marcha de su hogar; después, con las decepciones y la traición tras los primeros enamoramientos. Marianne no pone freno a su entusiasmo y a su pasión cuando se enamora, y tampoco cuando sufre ante la traición; Elinor, mientras, vive sus sentimientos de forma contenida y es capaz tanto de ocultar quién es el hombre al que ama como de callar cuando la abandonan. Austen extrema las reacciones de cada una para presentarnos dos formas opuestas de encajar los golpes de la vida y parece decantarse por la que representa la hermana mayor: estoica, sacrificada, capaz de consolar a los demás cuando es ella quien necesita consuelo. Pero no esconde su simpatía por la impulsiva Marianne: su arrebatada forma de vivir parece hacerle sentir todo con más intensidad que su hermana: la felicidad, la belleza, el dolor y la paz que llega cuando somos capaces de asimilarlo.

Fotograma de la película Sentido y Sensibilidad


Ambientada, como el resto de sus novelas, en la Inglaterra acomodada del siglo XVIII, Austen lanza varios mensajes entre las partidas de bridge, visitas de cortesía, fiestas e intercambios de cartas. Aunque el matrimonio aparece como la meta de las jóvenes, la madre no ejerce presión alguna sobre ellas y de hecho lo que desea es la felicidad de sus hijas, más allá de la fortuna del hombre elegido. De hecho, su personalidad encaja más con la de Marianne que con la de la sensata Elinor. La familia, formada sólo por mujeres tras la muerte del señor Dashwood, es autosuficiente pese a su escasa herencia. Y a través de sus protagonistas, exquisitamente educadas y cultas, Austen critica la frivolidad, la avaricia, la cultura de las apariencias de su época y los matrimonios de conveniencia. La sensata Elinor llega a decir en un momento de la novela que tener un hombre al lado no es necesario para que la mujer sea feliz:
"A decir verdad, Marianne, pese a todo lo que es cautivador en la idea de un amor único y constante, y todo lo que se pueda decir de que la felicidad personal depende por completo de una persona concreta, no es verdad, no es adecuado, no es posible que sea así".

Diálogos como este sitúan este libro de Austen más allá de las novelas de época y de los enredos amorosos. Cuentan que Emma es aún mejor: en cuanto la leamos, lo contaremos.

Ratita presumida


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