
Sodoma y Gomorra fue
publicado en 1922, que fue el año en que el autor murió. El libro
comienza con la recepción de los príncipes de Guermantes, hacia
donde se dirigía nuestro portagonista al final del libro anterior y
donde, una vez más, Proust da detalles de todos aquellos con los que
coincide. También describe la visita del barón de
Charlus a Jupien, con la que descubre que el barón es homosexual.
Tras una reflexión sobre
la homosexualidad acorde con los tiempos en que vivía, Proust nos
traslada a Balbec, donde vuelve junto a su madre a pasar el verano.
Allí, varios meses después, es cuando el protagonista toma
conciencia de la muerte de su abuela, y de que nunca más volverá a
verla. Y cuando se da cuenta de todo lo que le hizo sufrir en vida
con sus enfermedades fingidas, con sus promesas de que pronto
empezaría a trabajar, con sus salidas nocturnas que eran perjudiciales para su salud. Y aquí, tras cuatro libros, confirmamos
las sospechas de que nuestro protagonista poco más tiene que hacer
que visitar, asistir a fiestas, acudir al teatro y conocer a chicas,
y por eso tarda tanto en asumir la muerte de su abuela. La verdad es
que yo pena no sentí, el chico me parece un
inmaduro.
Después de esta parte,
nos introducimos en el salón de los Verdurin, coincidimos con
Charlus y Morel, y Albertina vuelve a ser coprotagonista de la obra.
Como ya mencioné en otra entrada, se cree que el personaje está
inspirado en un hombre, con quien Proust mantuvo una relación. Al
principio intenté leer la obra e interpretarla bajo este prisma,
pero he tirado la toalla porque, entonces, cuando Proust sospecha que
Albertina mantiene relaciones con mujeres, son mujeres de verdad a
las que besa? U otros hombres? De quién está celoso Marcel?
Así que seguiré leyendo
como el autor quiso que sus lectores lo leyeran, analizando a los
demás, pero sólo parcialmente a sí mismo.
De este libro resaltaré
una frase que me ha encantado, que dice que la vida social adormece a
las personas. Entretenidos en las visitas, en los cotilleos, en el
presente más inmediato, poco tiempo queda para pensar y estar solo,
y reflexionar sobre la vida, los objetivos, el futuro. Esa necesidad
de los demás, y de ruido alrededor, para no escucharnos desde la
honestidad a nosotros mismos. Leyendo las conversaciones que tenían
en los salones, la verdad es que es normal que con el tiempo se
aburriera y las criticara, porque a él muy poco le aportaban.
Tengo muchas ganas de
seguir con La prisionera. Sodoma y Gomorra, con un final abrupto, nos
deja en suspense y con ganas de saber más. Volveré con Proust en
dos o tres entradas.
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