
Andreas Altmann comenzó
su vida profesional en el teatro, y no fue sino hasta unos años
después que empezó a escribir sobre viajes. Cuando Altmann viaja no
busca museos ni playas paradisíacas, visita sólo aquello que le
puede enseñar algo sobre la cultura del país en el que está. Sus
libros describen a la gente lugareña y sus anécdotas, y no los
monumentos o actividades típicas de los turistas. En Einmal
rundherum (2002), Altmann narra la vuelta al mundo que realiza en 60
días junto al fotógrafo Reinhardt. Juntos pero no revueltos, viven sus experiencias por separado, para no influenciarse mutuamente
en las impresiones que los diferentes países les causan. Altmann ha
escrito más libros, también autobiográficos sobre su infancia y
juventud en Bavaria.
Del libro me ha gustado
mucho las reflexiones sobre la forma de viajar de hoy en día.
Escrito en 2002, critica el uso excesivo del teléfono móvil, que
impide romper ese nexo de unión a nuestro presente y nuestra rutina,
de forma que no nos mezclamos del todo con el país y sus gentes por
tener la mente demasiado puesta en nuestra vida habitual. No me
atrevo a imaginar su opinión sobre los viajes de hoy, donde casi no
hay lugares sin wifi desde donde postear nuestras mejores fotos de
forma instantánea. En eso estoy con él, pero no sólo en los
viajes: no se puede disfrutar del momento con la cabeza puesta en
cómo contarlo. Por otro lado, en el libro su forma de vivir los
viajes puede parecer demasiado intensa: siempre buscando gente
dispuesta a contarle historias, me pregunto si cuando va en el metro
en París se gira hacia su vecino de asiento y le pregunta si es
feliz. Yo creo que no me dignaría a contestar, sobre todo si son las
siete de la mañana... aunque me perdiera una conversación
interesante por no hacerlo.

Me quedo con una de las
historias que cuenta al principio (traducción libre):
„Un hombre sale de su
ciudad y, al llegar a otra, le pregunta al guardián de la entrada
cómo son sus gentes. El guardián le pregunta a su vez que cómo son
las gentes de su ciudad de origen, a lo que el viajero responde que
amables y buenas personas. El guardián le dice que así son también
las de la ciudad que visita.
Al rato, llega otro
viajero y le hace la misma pregunta al guardián, a lo que él vuelve
a contestar como antes. Esta vez el viajero contesta que,
las gentes de la ciudad de la que viene, son antipáticas y malvadas.
Y el guardián vuelve a decir: así son también las de la ciudad que
visita.“
Ratita de laboratorio
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