Hay libros que tienen algo: no son clásicos, no son buenísimos, pero llegas un punto en el que te llegan, te "agarran" y al terminar sabes que terminarás recordándolos. Eso me ha pasado con el último libro de Jeffrey Eugenides, autor de Las vírgenes suicidas (que llevó al cine Sofía Coppola) y de Middlesex, con el que ganó el Pulitzer.
La trama nupcial, como nos adelantan desde la portada con un precioso dibujo, habla de un tema bastante trillado en la literatura de todas las épocas: el triángulo amoroso. Una mujer enamorada de alguien que no le corresponde, o le corresponde sólo a medias, y que a su vez desprecia a otro que sí la ama locamente. Los protagonistas de este triángulo en concreto son tres estudiantes de la Universidad de Brown en los EEUU de la era Reagan: Madeleine, una sensible estudiante de Literatura; Mitchell, un chico introvertido que la ama en secreto, y Leonard, un atractivo y brillante aspirante a biólogo. La protagonista es una apasionada de la literatura inglesa del XIX, la de Austen y las hermanas Brönte, que hablaba de matrimonios de conveniencia y amores truncados, y sobre esa idea construye Eugenides su novela. El autor juega a actualizar, llevándola hasta los años ochenta, la vieja historia de los amores cruzados y no correspondidos. Y termina demostrando que no ha cambiado tanto la historia desde Sentido y Sensibilidad y Cumbres Borrascosas.
Eugenides cuenta la historia de los tres desde sus tres puntos de vista. Hay fragmentos, la mayoría, en los que se habla Madeleine, y otros en los que toman la palabra Mitchell y Leonard. El resultado es que el lector termina encontrándose en el centro de la trama conociendo perfectamente cómo se siente y de dónde viene cada protagonista; entendiendo por qué hacen lo que hacen y también por qué a veces actúan sin razón alguna. Es una novela sobre los sentimientos y, sobre todo, sobre la construcción y destrucción del amor. Sobre lo que nos lleva a amar a alguien sobre todas las cosas, y lo que a veces nos conduce, pese a todo, a alejarnos de él.
El estilo de Eugenides en La trama nupcial es extremadamente ameno y cercano y logra que en pocas páginas el lector empatice y entienda a los tres, en su cobardía, en su locura o en su abnegación extrema hacia el amado. La relación amorosa de sus protagonistas está construida al milímetro, desde la euforia inicial hasta las complicaciones a las que les va llevando el paso del tiempo. Está el vínculo físico, la dependencia del otro, los límites que, aunque no se quiera, tiene la generosidad...
El tema del amor es el principal, pero entronca con otro no menos importante: la llegada a esa edad límite en que se acaba el tiempo para montarse castillos en el aire y hay que empezar a alcanzar los sueños. El idealismo del amor en los principios de toda relación coincide en el caso de los protagonistas con un momento en sus vidas en que todos los caminos están abiertos y aún están a tiempo de ser lo que quieran ser. Un momento mágico, irrepetible, que se traduce en búsquedas que acaban llevando a ningún sitio y proyectos que terminan sin salida. Todo el libro trata de un aterrizaje forzoso en la vida real y de cómo les cambia para siempre. Eugenides nos invita a descubrirlo con ellos y llevarnos, también a nosotros, a esos momentos en los que todo parece alcanzable. Lo bueno es que no hay finales cerrados en La trama nupcial. Todo -casi- sigue siendo posible.
Ratita presumida
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