viernes, 22 de febrero de 2019

Mefisto, de Klaus Mann

En las clases de alemán aprendí que era mejor no leer a Thomas Mann en idioma original: que sus frases son tan largas que ocupan páginas enteras, y que a los propios alemanes les cuesta leerlo. Pero, y su hijo Klaus Mann? Sería tan complejo? Decidí probar suerte con su novela Mefisto, donde escribe sobre una de mis épocas preferidas, el periodo de entreguerras en Alemania, y que fue publicada antes de la IIGM. Leerlo en alemán no ha resultado tan difícil como esperaba, y consiguió engancharme, aun sabiendo que en este caso la realidad supera la ficción.


Klaus Mann (wikipedia)

Klaus Mann publicó Mefisto en 1936, en Ámsterdam. Por entonces Mann ya se había exiliado de Alemania, como toda su familia. La vida de Klaus estuvo marcada por la pertenencia a una familia llena de escritores: su padre (Thomas) lo era, pero también su tío, y su hermana. Tuvieron una juventud muy cosmopolita y bohemia, y disfrutaron de la libertad de los anos veinte, aunque también sufrieron la larga sombra de la presencia su padre. Lucharon también desde el principio contra el nazismo, que terminó llevándoles fuera del país. Klaus se suicidó en 1949. Eclipsado por su padre, tuvo éxito relativo, pero es anos después de su muerte cuando se le da un hueco en la literatura alemana como autor del exilio.

Mefisto está basado en la vida de Gustaf Gründgens, amante de Mann y marido durante un tiempo de su hermana Erika. Por los paralelismos que tiene esta novela con su vida y la de otros muchos colegas contemporáneos a él, la publicación de Mefisto estuvo prohibida durante muchos anyos en Alemania, para garantizar el derecho al honor de los protagonistas. De hecho, se publicó de nuevo en 1981 sin tener la certeza de que no habría una nueva denuncia, como así fue. Se entiende esta denuncia: Mann, que se exilió de Alemania ya en los anyos treinta, denuncia el arribismo del actor, y la pasividad y la aceptación de la “nueva Alemania” con la que muchos de sus conocidos y amigos se adaptaron a la situación. La obra comienza en 1936 (el mismo anyo de su publicación en Amsterdam), donde Hendrik Höfgen ya es una estrella, para retroceder en forma de flashback a 1926 y hablarnos de su pasado: politico, ideológico y personal. Porque Mann nos habla de un Höfgen que no estaba siendo consecuente, y que anteponía su ambición y su deseo de fama a todo.

Mann nos lleva en 1926 a Hamburgo, a uno de sus teatros, y nos habla de la disyuntiva de los directores de la época: debían representar obras políticamente significativas o mejor teatro commercial? Höfgen critica a aquellos trabajadores del teatro que desprecian a los judíos, y que apoyan a un movimiento, todavía minoritario, que promueve el nacimiento de una nueva nación. Asusta de verdad leer que ya en los anyos veinte era tan claro lo que este grupo politico defendía, y cómo muchos no supieron entender el peligro que representaban. Höfgen mismo se compromete una y otra vez con su amigo Otto Ulrichs a poner en marcha el “Teatro Revolucionario” para apoyar al Partido comunista, aunque por un problema o por otro, siempre encuentra excusas para posponerlo. Porque siempre hay alguna obra menos comprometida que le puede ayudar más rápido a llegar a la fama.

Mann nos habla de un actor para el que lo más importante es su carrera. Tanto, que carece de sentimientos reales, y de empatía, que le impide ver o adivinar el dano que causa con sus decisiones. Describe genial su relación con Juliette, y con Barbara, a las que dice que ama, porque a lo largo de la novela conocemos su incapacidad para sentir, o lo mucho que le cuesta. Describe también muy bien esa ambigüedad, ese autoengano, en algunas escenas Mann (Höfgen) llega a sobrecoger.

No sé hasta qué punto es real lo que Mann nos cuenta, pero sí que, correspondan los hechos o no a la vida de Gründgens, seguro que hubo en esa época más de un Höfgen que prefirió no luchar, y adaptarse a los tiempos para seguir con sus vidas, convirtiéndose en cómplices de los crímenes que se cometieron. Muchos quizá ni siquiera fueron del todo conscientes de lo que hacían, cuando preferían callar, sobrevivir, no enfrentarse al sistema. Muchos creyeron que pequenos gestos eran suficientes para no estar del todo implicados: para enganar a su débil conciencia. Creo que aquí es donde está el valor de esta obra: antes de la Guerra, mucho antes, ya existía un clima hostil, ya se producían arrestos injustos, ya se estaba atacando la democracia de manera brutal. Ya se sabia (porque se sabia) que el objetivo de Hitler era la Guerra. Y ya habla de tantos alemanes, que no quisieron ver.

Y es que a veces la política desengana, y la gente se refugia en opciones que no deberían serlo, pero que surgen del desencanto, de políticos que nunca gobernaron para el pueblo. Y hay que posicionarse a tiempo: cuando todavía son sólo un pequeno problema. Yo misma me he reconocido en la novela de Mann quitando importancia a partidos que en Alemania no hacen más que sumar votos, y me imagino, como tantos otros en su momento, no implicándome a tiempo en una lucha que, nos toque de cerca o no, debería ser de todos.

Me ha encantado de Mefisto que nunca nombra a nadie con nombres reales. Al parecer, no sólo Höfgen (Gründgens) es reconocible, sino muchos de los coprotagonistas y personajes secundarios. Hasta yo he creído identificar a su padre Thomas Mann. Y si aparecen políticos, tampoco se les nombran: pero todos son fácilmente identificables. También, maravilloso, sencillo pero efectivo, la identificación del protagonista con los personajes que representa en el teatro. Altamente recomendable leer en alemán: un nivel B2. Claro, hay palabras que buscar, pero las frases no son muy complejas. Yo creo que repetiré con él y, por supuesto, en versión original.

Ratita de laboratorio

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