domingo, 10 de febrero de 2019

El camino del perro, de Sam Savage


El camino del perro me lo trajo Papá Noel, por encargo del mismo amigo que me dejó Firmin. Los dos queríamos saber si nos identificaríamos con otras historias de Savage, o si otros personajes suyos nos parecerían tan tiernos como la rata de la librería de Boston. Leyendo este libro, me enteré de la muerte de su autor (17 de enero de 2019), y sentí mucha pena, con lo que El camino del perro me pareció un libro aún más triste de lo que en realidad es. Ese pesimismo de su protagonista, esa depresión o sus pocas ganas de vivir, me impiden recomendarlo. Aunque intentaré con este post hacer justicia a un autor con el que muchas ratas, de nuevo aquí, se sentirán identificadas.


Savage publicó El camino del perro en 2013. Savage conoció el éxito con 66 años, por lo que cuando habla en este libro de los artistas menores fracasados, y de los que dan la vida por su arte, sabe lo que significa. Me gusta imaginar a Savage escribiendo y escribiendo, quizá fichas también, como el protagonista Harold Nivenson, olvidando o rechazando la posibilidad de ser publicado, o de vender ejemplares, pero aun así escribiendo. Porque hacer arte no implica hacerse rico, de hecho, muchas veces, está reñido con ello.

Sam Savage (El País)
Harold está deprimido, enfermo, y no tiene ganas de vivir. Poco tiempo antes murió su perro Roy, el que le marcaba el camino, porque era el único motivo que tenia para salir a la calle o tener una rutina. Sin él, solo quiere dejarse morir, y aprovecha sus últimos momentos (o semanas? O meses, quizá?), para reflexionar sobre su infancia, su relación con el arte (como artista y mecenas), y sus posibilidades de ser escritor. Por eso el libro es triste: el protagonista hace un repaso de su vida donde surge el arrepentimiento, y los errores, y parece no querer seguir viviendo, y en ocasiones leemos frases demasiado duras para dejarnos indiferentes. Pero entremedias, sus opiniones sobre la gentrificación, el arte, sobre ciertos autores, sobre sus pinitos en la escritura, nos hacen de nuevo, como con Firmin, sentirnos identificados: aquellos que a ratos escribimos, o a los que nos hubiera gustado hacerlo, o a los que nos encanta criticar libros. Qué es el arte contemporáneo? Quién decide qué es Bueno? Está justificado?

La estructura del libro me ha encantado, eso sí, pero por lo demás, como dije antes, no puedo recomendar este libro por triste. De El camino del perro me quedo con lo mismo que con Firmin: se puede leer por leer, escribir por escribir, buscar refugio en el arte y no ser nunca conocido. El éxito cuando uno escribe una obra maestra a veces llega tarde, o nunca llega, pero eso no lo convierte en menos obra de arte. Al contrario, quizá.

Ratita de laboratorio

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