jueves, 6 de abril de 2023

España sufre, Diarios españoles (vol. II), de Carlos Morla Lynch


Después de terminar la primera parte de los diarios de Morla, le debía continuarlos, para conocer de primera mano cómo reaccionó como secretario de negocios en la embajada de Chile ante la guerra civil española. Si es verdad que ayudó a tantos, si es cierto que nunca perdió la esperanza de que Lorca estuviera vivo. Igual que la primera parte, como testimonio es más que recomendable, aunque vuelven a ser muchas páginas en las que muchos días son muy parecidos.

 

Morla sigue escribiendo su diario, casi cada día, para guardar constancia de cómo vivió la guerra desde su posición. A pesar de la vida frenética que llevó durante esa época, consigue sentarse cada día a ordenar sus ideas, y dejar por escrito quién le pidió ayuda, con quién consiguió entrevistarse, o cómo avanzan las negociaciones para canjear asilados. Tras la guerra le destinaron a Berlín.

Al comenzar la guerra, multitud de nobles y gente rica solicitó asilo en las embajadas ante el miedo de ser detenidos por las autoridades republicanas. La embajada de Chile fue de las que más asilados acogió en varios pisos en Madrid, a los que alimentaba e intentó canjear o garantizar la salida de España. En sus diarios se leen las dificultades en las que se vio Morla, a partir de la marcha del embajador, para seguir garantizando la seguridad de los asilados. Él no quiere marcharse, y se toma muy en serio la misión de ayudar a todo el que se lo pide.

Morla, un hombre de muchos contactos y, probablemente, muy simpático y cercano, pide favores sin parar para conseguir sacar a gente de la cárcel, evitar que alguien vaya al frente o poner en contacto a familiares que por la guerra no se pueden ver. 

Se le acusa a Morla de haber ayudado más a un bando que a otro, de simpatizar con los falangistas y los nazis, de no haber ayudado a todos los que pudo... pero yo de su diario extraigo que vivió la guerra en Madrid, y allí ayudó a quien lo necesitaba. Desde su posición afea comportamientos a ciertos asilados que ejercían la política desde su embajada, y tiene una buena relación con muchos políticos de la República. Critica que Franco nunca puso fácil el intercambio de asilados ni las conversaciones de paz. Y cada vez que se creía que Franco entraría en Madrid, proponía a su embajada seguir la misma política con los asilados si los que estaban en peligro después eran de ideas políticas contrarias.

Aunque escribe sobre política (Negrín, del Vayo, Besteiro, etc.) de lo que más habla es de su rutina. Ir a la embajada, cifrar telegramas, descifrarlos, bajar al sótano durante los bombardeos, ir a algún bar a tomar una copita. Así prácticamente todos los días. Por eso el diario se puede hacer un poco pesado, aunque como escribe poco por día y hay ciertas variaciones, yo lo he leído bastante rápido. Sobrecoge cómo duda de la muerte de Lorca, cómo se niega a creer que haya pasado de verdad, o cómo aconsejó a Miguel Hernández salir del país cuando otros autores como Alberti ya se habían ido.

Hay personajes históricos que son polémicos, pero quizá no debamos intentar definirlos como buenos o malos. Seguro que la mitad de las ideas políticas de Morla eran equivocadas, seguro que le gustaba tanto la fiesta que a veces se olvidaba de sus tareas como diplomático. Pero yo en su diario he leído que era bueno y que ayudó a muchísima gente, y no creo que haya que minimizar eso por el hecho de que cometiera otros errores cuyas consecuencias no supo ver.

Ratita de laboratorio


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