Investigando sobre la literatura del exilio español descubrí que hay no pocas obras sobre la vida de Durruti, y decidí leer la escrita por Enzensberger: El corto verano de la anarquía. Podía leerla en alemán y su estructura en forma de suma de testimonios le daba originalidad. La verdad es que me ha gustado: no la recomendaría a cualquiera, pero me ha gustado su mezcla de visiones. Sin intentar hacer un retrato objetivo, sin incluir la opinión de sus enemigos, deja entrever la figura de un hombre carismático cuya muerte marcó (y simbolizó) la pérdida de influencia del anarquismo en España.
Enzensberger publicó El corto verano de la anarquía en 1972. Ha escrito también ensayos y, aparte de escritor, es editor, traductor y periodista. Formó parte del Grupo del 47 y sus opiniones o apoyo a ciertos movimientos políticos (como el del 68) no le impide criticarlos después.
Enzensberger habla en El corto verano de la anarquía de la vida de Durruti desde su nacimiento en León. Miembro de la clase obrera, desde joven luchó por sus derechos y simpatizó con el anarquismo. Participó en huelgas, robos, atentados, y su carisma le convirtió en una figura muy importante dentro del movimiento. Tanto, que a día de hoy no se sabe con certeza qué delitos cometió y cuáles sólo se le adjudicaron por ser Durruti.
En 1936 el movimiento anarquista en España quería una Revolución, para así acabar con el Estado, que en forma de República tampoco terminaba de conceder sus derechos a los trabajadores y jornaleros. Con el levantamiento militar, el anarquismo lucha contra el fascismo, pero se ve obligado pronto a elegir entre seguir con su objetivo principal (la abolición del Estado y la lucha con movimientos contrarios como el comunismo) o retrasarlo y priorizar la colaboración con el Gobierno y el PCE para ganar la guerra. Esta segunda opción, aceptada por Durruti a su pesar, no fue entendida por todos.Su muerte, no esclarecida, y la presentación de las distintas versiones de Enzensberger, culmina una obra donde se aprecia la admiración absoluta que despertaba su figura. Hay crítica, pero poca, donde se entreve también con cuánta prudencia hay que leer los testimonios sobre la guerra, porque a menudo no reflejan del todo la realidad. En El corto verano de la anarquía se culpa a Durruti de asesinatos atroces en una página, y se afirma que fue imposible que los cometiera en la siguiente. También se habla de lo cerca que estuvieron de poner en práctica sus principios, aboliendo en algunas zonas el dinero y repartiendo las tierras a los jornaleros. Pero también de cómo la euforia les hizo malgastar los recursos, y cómo el rechazo a la disciplina dificultaba la buena organización. Y Durruti, con su porte, se convirtió en el símbolo del anarquismo, y a él se le atribuía tanto lo bueno del movimiento, como lo malo.
Me ha gustado del libro que, a pesar de la admiración, y de que no busque la objetividad, no rehuye testimonios negativos sobre Durruti. A veces su persona se acerca a un mito, y uno no sabe hasta dónde puede creer. Seguro que no fue tan bueno como dicen, ni tan malo. Pero parece que fue fiel a sus principios anarquistas hasta donde pudo, si bien públicamente tuvo que renunciar a algunas cosas, en su vida privada los llevaba a rajatabla. Dicen que nunca se quedó con nada del dinero que robó, que sin casarse, practicaba la igualdad en su relación de pareja como pocos españoles en la época, y que al morir, no dejó nada.
Me ha gustado también que el autor nunca nos dice lo que piensa. Entre los testimonios introduce la descripción del contexto: las huelgas en Asturias y los atentados en Barcelona, o el clima político durante la República y ya en la guerra. Pero no nos da su opinión para, al final, dejarnos la sensación de que la verdad tiene siempre varias caras.
Recomendable sobre todo si os interesa el desarrollo del anarquismo en España: este movimiento tuvo mucha importancia en nuestro país y en el 36 pareció posible llevar a la práctica sus principios. pero sólo lo pareció, y sólo en verano.
Un corto verano.
Ratita de laboratorio
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