Andric nació en Bosnia, y vivió en Visegrad durante su infancia. De origen croata, se identifica como serbio, y fue detenido tras el asesinato del heredero del imperio austrohúngaro como sospechoso de haber participado en su organización. Fue político en Yugoslavia y embajador en Alemania de 1939 hasta 1941. Escribió Un puente sobre el Drina en 1945.
La historia de la antigua Yugoslavia es complicada: es una zona donde han convivido desde siempre varias etnias y religiones, y que estuvo bajo el mando del imperio otomano y austro-húngaro. Un puente sobre el Drina habla del puente Mehmed Paša Sokolović, en la ciudad de Visegrad, en Bosnia, construido para acortar el camino desde Sarajevo a Estambul: para unir dos culturas, la musulmana y la cristiana.
Andric en Un puente sobre el Drina habla del puente como símbolo de la ciudad, del país: de cómo la convivencia no siempre es fácil pero es posible, de los acontecimientos que marcan la historia de la ciudad. Y de cómo el puente es testigo del paso del tiempo, y símbolo de lo inamovible, lo inmortal. Lo que no se puede destruir.Andric (wikipedia)
Ya dije en la entradilla que el libro es lento: mentiría, si no dijera que me ha costado acabarlo. Pero una vez terminado, me pregunto si no es eso lo que Andric busca: Visegrad sufre por las inundaciones, y por problemas políticos y las revueltas bajo el mando otomano. Pero se aprecia una calma, una imperturbable realidad, una convivencia pacífica de distintas religiones donde, sin mezclarse mucho, existía el respeto. Y el puente simboliza eso. Pero hacia el final del libro, todo se pone en duda: comienzan los cambios y Visegrad ya no es como era, y el ritmo de la novela se acelera. Porque el final del siglo XIX y el principio del XX la región era un polvorín.
Puente Mehmed Pasa Sokolovic |
Me ha gustado la mezcla de idiomas que se adivinan: las lenguas de la zona, el árabe, el sefardí, el alemán. Y cómo los acontecimientos políticos influyen (o no) en la pequeña ciudad. Ese desafecto por los imperios, por uno y por otro, y la posibilidad de hacer carrera marchándose lejos, a la capital. Andric habla de forma romántica, a ratos un poco
desengañado del nacionalismo que él mismo apoyó, el serbio, desde Visegrad: en la provincia actual de la República Serbia de
Bosnia-Herzegovina, un símbolo para Andric de una convivencia posible. Me pregunto qué pensaría Andric del final de la antigua Yugoslavia y de la formación de las nuevas naciones. De cómo la población se ha redistribuido y quizá esa convivencia de diferentes ya no exista como él la conoció.
También me he acordado de Roth y de su Marcha Radetzky: de nuevo los militares marchándose a provincias, cambiando la rutina de la zona, influyendo en ella y provocando desprecio, pero contado desde otro punto de vista.
Si os interesa la literatura yugoslava, es una buena opción, y también si pensáis viajar a la zona (o estáis indecisos: a mí me ha dado ganas de ir). Pero, como ya he dicho, el libro en sí es un poco lento.
Ratita de laboratorio
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