sábado, 10 de noviembre de 2012

La conjura de los necios, de John Kennedy Toole


La conjura de los necios me llegó por correo. Un regalo de cumpleaños un poco tardío y, por tanto, inesperado, y que venía acompañado del encargo de hacerle un hueco en el blog. Aunque le colé en la lista de lecturas pendientes, la crítica llega también un poco tarde, pero quizá por eso se convierta en inesperada también. El título me sonaba, y alguna vez había oído hablar del libro, pero no tenía ni idea de qué iba. La verdad es que me he reído bastante con él, aunque si uno lo piensa es en realidad un libro triste, tanto por su forma de publicación como por la historia que nos cuenta.


John Kennedy Toole escribió La conjura de los necios en el año 1962 y luchó durante años por su publicación sin conseguirla, hasta que perdió la esperanza y se hundió en una depresión por la que terminó suicidándose en 1969. Su madre, con la que tenía una especial relación, encontró el manuscrito e instó a varias editoriales a publicar la obra, pero todas se negaron, hasta que se lo entregó en mano al escritor Walker Percy. Él fue quien logró que se publicara en el año 1980, haciendo posible que fuera premio Pulitzer un año después.

El título del libro está inspirado en una frase de Jonathan Swift:

Cuando un verdadero genio aparece en el mundo, lo reconoceréis por este signo: todos los necios se conjuran contra él”.

Nuestro genio en este caso es Ignatius J. Reilly, y así es como se siente: rodeado de necios que no le valoran porque no le entienden. Es un hombre inadaptado que critica la sociedad que le rodea porque vive de forma contraria a la moral y a las costumbres medievales, que él tiene por ideales. Pasa los días trabajando en su libro, su obra maestra, que hasta el momento es sólo un conjunto de cuadernos llenos de ideas garrapateadas desde la cama. Escribe cartas a su amiga Myrna, va al cine y critica la falta de buen gusto de la sociedad actual.

La conjura de los necios se centra en la vida laboral de Ignatius, que comienza cuando se ve obligado a trabajar por primera vez en su vida a los treinta años tras un pequeño accidente de coche por el que su madre debe pagar una importante suma de dinero. Para él supone todo un esfuerzo buscar trabajo, pero lo hace, y consigue un puesto en Levy Pants, una fábrica de pantalones venida a menos donde intentará poner en práctica sus ideas revolucionarias para mejorar la empresa y luchar por los desfavorecidos.

A este libro se le considera una de las mejores novelas estadounidenses de todos los tiempos. Yo, la verdad, no sé si diría tanto: es posible que esté sobrevalorada por la historia de su publicación, años después de la muerte de su autor, o que su genialidad resida en su imperfección. Lo mejor del libro para mí es que sorprende a cada página, y que a uno se le olvida en qué año fue escrita, ya que menciona problemas de entonces como el racismo que siguen siendo problemas a día de hoy, con personajes muy normales que parecen salidos de nuestro barrio, como Dorian, Mancuso o Jones. En una crítica a la sociedad bastante atrevida y desde la visión de un personaje tan patético como Ignatius, se encierre probablemente el motivo de su tardía publicación. Y también el de su éxito.

Muy recomendable si queréis conocer mejor una ciudad como Nueva Orleans, tan conocida por su música y su peculiar Barrio Francés. Una ciudad con cierto toque mediterráneo cuya población se redujo a la mitad tras el paso del huracán Katrina. Después de leer el libro, me imagino mejor a sus habitantes más pobres perdiéndolo todo, e imagino mejor el olvido que sufrieron después, porque eran gente demasiado normal, como Jones, el negro que no cobra el salario mínimo y como Irene, la madre de Ignatius, que bebe para olvidar. También os lo recomiendo si os gustan los antihéroes, porque el libro está lleno de ellos. Os pasará como a mí, pensaréis que Ignatius está loco o que es un vago, y sentiréis compasión por su pobre madre. Pero su actitud ante la vida es su forma de rebelión ante un mundo que no le acepta, y si uno lo piensa, todos nos hemos sentido inadaptados alguna vez, y hemos pensado, como él, que el mundo no tiene sentido...

Ratita de laboratorio

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