Juan Belmonte, matador de toros, de Manuel Chaves Nogales

A mí no me gustan los toros, pero dicen que al periodista Manuel Chaves Nogales tampoco, y eso no le supuso un obstáculo para lanzarse a escribir la biografia de un torero que conoció en Madrid y que era un mito viviente en su época. La razón seguramente tuvo que ver con la forma de ser de Belmonte, bastante más compleja de lo que se podría esperar en una celebridad como aquélla. El encuentro entre ambos debió de ser una especie de revelación para el escritor. Se sintió, seguro, fascinado por alguien con un modo de ver la vida tan semejante al suyo pese a venir de un mundo muy distinto. Y tanto debió de encandilarle, que terminó dedicándole una de las mejores biografías escritas en español, muy recomendable también para los no taurinos.

Según los entendidos, Juan Belmonte fue uno de los toreros más importantes de la historia. Vivió los mejores años de su carrera en la década de los veinte, cuando rivalizaba en las plazas con otro torero mítico, Joselito. En su biografía, Chaves Nogales nos narra con multitud de detalles estos años, pero después de habernos contado toda la infancia del torero, incluidos sus primeros recuerdos, la muerte de su madre, los miembros de su primera pandilla... Así que para cuando Belmonte es ya Belmonte, el autor ha conseguido que le conozcamos casi a fondo, a base de detenerse en anécdotas y en vivencias íntimas, vinculadas a los toros pero también a lo que el torero va aprendiendo del amor, de la muerte, del éxito, y, sobre todo, de sí mismo.

Para plasmar todo esto, Chaves Nogales escogió la primera persona, y logró diluirse de tal forma tras la supuesta voz de Belmonte que terminamos creyéndonos que realmente es él quien nos habla. La clave es un tono sencillo, desprovisto de alardes, sincero; el de alguien capaz de confesar cómo a menudo se siente fracasar durante sus mayores triunfos. Belmonte era torero, pero podía haber sido cualquier otra cosa y el resultado habría sido el mismo: lo que Chaves Nogales quería resaltar en esta biografía no eran sus hazañas, sino la personalidad misma de Belmonte y su forma de irse enfrentando a los problemas que se fue encontrando en la vida, incluidos los creados por sí mismo. Eso fue lo que atrapó al periodista en sus largas tardes de conversaciones con él, y eso es lo que al final termina enganchando al lector, que, taurino o no, acaba hasta comprendiendo el arte del protagonista por la pasión que él pone al contarlo.

Porque Belmonte se convirtió en torero, y en un torero revolucionario, pero también llegó a ser amigo de Valle-Inclán y Pérez de Ayala; cautivó a sus humildes vecinos del barrio de Triana, pero también a lo más elitista del Madrid de su época; fue muy pobre, y también  muy rico; apenas fue al colegio pero devoraba libros; amaba su tierra pero se ahogaba en ella... y todo ello se esconde entre las páginas de la biografía que le regaló Chaves Nogales, que supo ver a la persona que se escondía detrás de la figura del toreo y contárnoslo desde una intimidad que, en algunos momentos, sobrecoge. 

Ratita presumida